Alguna vez, en una visita a Chile, Mario Vargas Llosa habló de una “derecha cavernaria”. En estos días, algunas declaraciones de dirigentes de nuestra izquierda a propósito de una muestra de la artista cubana Tania Bruguera en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende nos permiten identificar, en el otro extremo del espectro político, también una “izquierda cavernaria”. Que la visita de la destacada y premiada artista a nivel internacional, una valiente luchadora por la libertad, sea calificada como una “grotesca provocación” y un “insolente agravio”, por coincidir con la conmemoración de los 50 años del golpe, y que un dirigente del PC chileno, Daniel Jadue, se refiera a la artista como “una agente norteamericana disfrazada” para denostarla, muestra que los censuradores de la libertad de creación y expresión abundan por estos lares y uno tiembla al pensar en el ascendiente que puedan tener en el mundo cultural , intelectual y universitario.
La conmemoración de los 50 años, una extraordinaria oportunidad para unir al país en una mirada común de futuro, ya fue secuestrada por el Partido Comunista. Uno esperaría a un Presidente de la República más firme y claro ante los intentos de monopolizar la verdad, pero permanentemente oscila entre declaraciones críticas ante cualquier tipo de totalitarismo (que uno celebra) para luego retroceder con otras condescendientes o ambiguas. El PC opera como una especie de Súper-Yo de la izquierda al que debe rendirle cada cierto tiempo pleitesía. Afortunadamente, el Partido Comunista no ha logrado construir una mayoría política suficiente para hacerse con más poder, pero su experticia en la cancelación de toda disidencia vuelve a reaparecer una y otra vez: lo vimos en un octubrismo desatado y destructivo y también en la fracasada Convención. Una amplia mayoría expresada en las urnas, el pueblo chileno “olió” instintivamente esa amenaza y la rechazó con contundencia. El sentido común popular suele ser más sabio que la intelligentzia.
Pero muchos artistas e intelectuales les temen o derechamente apoyan a estos comisarios instalados en el mundo cultural y educacional: por eso preocupan estas declaraciones destempladas sobre la muestra de la artista cubana Tania Bruguera. Pablo Sepúlveda Allende habla de agravio a la memoria de Allende y afirma que Bruguera es una artista que solo destaca porque su puesta en escena es “contraria políticamente a la Revolución Cubana, esa misma Revolución que amó Allende como millones y millones de personas en Cuba, como en el mundo entero admiramos, defendemos y amamos” (sic). Estas palabras revelan que en una parte de la izquierda hay una suerte de adhesión religiosa, más que política y racional, a un régimen totalitario (el cubano) que le ha quitado toda dignidad y libertad a un pueblo humillado, hambreado y silenciado, el cubano, que mal podría “amar” a sus propios secuestradores. ¿Por qué habría de ser un agravio a la memoria de Allende una muestra de una talentosa artista, valiente y libre, en un museo que lleve su nombre? Allende no fue totalitario, fue un demócrata; se equivocó con la revolución cubana, eso es verdad, pero le faltaba la perspectiva histórica para saber cómo terminaría lo que entonces parecía un nuevo comienzo y hoy es pura decadencia y ruina. ¿Alguien cree de verdad que Allende censuraría a una artista así, si pudiera, como sí lo están haciendo los que invocan su nombre para hacer líricas declaraciones de amor a una dictadura implacable?
La muestra de Tania Bruguera debe hacerse, como también se hizo la del artista disidente chino Weiwei: el arte moderno ha sido, es y seguirá siendo necesaria disidencia ante el poder y sobre todo el poder totalitario, como nos lo enseñaron Octavio Paz, Albert Camus, Solzhenitsyn y tantos otros. Los artistas y el mundo cultural chileno debieran movilizarse para rechazar este intento de cancelación inaceptable y cavernaria.