Se publica un libro de don Patricio Aylwin, que se agrega al de Daniel Mansuy y varios otros que vendrán. El Gobierno llama una declaración conjunta que huele a verdad oficial y que es la continuación del nombramiento por decreto de la Comisión “contra” la Desinformación que supervisada por la vocera comunista rápidamente degenerará en Comisión “para” la Desinformación. El Gobierno y el Presidente en su gira no hacen otra cosa que referirse a los 50 años, que es muy conveniente para tapar la corrupción, inoperancia y desidia del Ejecutivo.
Pero de su incompetencia nos ocuparemos después, ahora nos dedicaremos a los 50 años.
La primera víctima del medio siglo fue el organizador del aniversario, que tuvo la mala idea de cometer dos errores inaceptables para este gobierno: dar su opinión y decir la verdad.
Por eso antes de convertirme en la segunda víctima, les contaré que del Golpe hay dos versiones: la del Gobierno, que Allende fue un demócrata intachable, asesinado por los militares y el Golpe fue un movimiento repentino, irracional, organizado por EE.UU., y la del resto de Chile, que Allende fue ambivalente entre la democracia y la revolución, que se suicidó y el Golpe fue el corolario indeseado de un proceso largo, causado por una política tóxica que quebró la economía, destruyó nuestra convivencia y despreció la democracia.
Y para ser fiel con la historia, voy a citar textual el acuerdo del Congreso del Partido Socialista de Chillán de 1967, que demuestra que esa izquierda le perdió el aprecio a la democracia, reivindicó la violencia y le declaró la guerra al resto de Chile, mucho antes del Golpe:
“La violencia revolucionaria es inevitable y legítima. Resulta necesariamente del carácter represivo y armado del estado de clase. Constituye la única vía que conduce a la toma del poder político y económico y a su ulterior defensa y fortalecimiento. Solo destruyendo el aparato burocrático y militar del Estado burgués, puede consolidarse la revolución socialista. Las formas pacíficas o legales de lucha (reivindicativas, ideológicas, electorales, etcétera) no conducen por sí mismas al poder. El Partido Socialista las considera como instrumentos limitados de acción, incorporados al proceso político que nos lleva a la lucha armada”.
El PS no estaba solo, sin embargo. Ahí estaba el VOP, matando primero al exministro Pérez Zujovic y después siendo indultado por Allende; el MIR, coreando “pueblo, conciencia y fusil”, o la brigada Ramona Parra, cantando “las momias al colchón y los momios al paredón”. Esto explica por qué en su visita a Chile Fidel Castro le regalara a Salvador Allende una ametralladora AK47, con la que se suicidó en La Moneda. Los presidentes se regalan libros, obras de arte o reliquias históricas, pero ninguno de esos sirven para asesinar una democracia. ¿Qué clase de regalo macabro es una ametralladora que sirve para matar a otros chilenos y qué clase de Presidente acepta ese regalo?
Frente a la declaración de guerra del 67, el país tenía dos reacciones posibles: rendirse y transformarse en Cuba o luchar para salvar la democracia. Chile optó por esta última y primero recurrió a los votos y el resto de Chile sacó en 1970 más votos que la izquierda; después recurrió al Derecho y comprometió a Allende con un estatuto de garantías que este violó, y así se lo hizo saber la Corte Suprema y la Cámara de Diputados, y finalmente, recurrió al diálogo que la ultraizquierda despreció. Tras el fracaso de los votos, del Derecho y del diálogo, devino la fuerza. Entonces se desencadenó una segunda tragedia que nadie previó y de la que nadie está orgulloso.
Telón de fondo de ese drama político fue el desastre económico. Para los negacionistas, la economía fue desestabilizada por EE.UU. Para cualquier persona honesta las causas fueron: la emisión inorgánica de dinero que generó el año 73 una crisis inflacionaria del 606%; la fijación de precios de más de 3.000 productos, que causó el efecto obvio de desabastecer de alimentos el país, y la persecución de los empresarios que concluyó con caída de inversión y requisiciones de empresas, que sin expropiarlas, privaba a sus dueños de la administración.
¿Qué podía salir mal con el país parado, la violencia desatada, la inflación desbocada, el desabastecimiento instalado y los políticos administrando empresas? Ninguna de esas decisiones las tomaron los gringos, pero la izquierda prefiere culparlos a ellos que mirarse al espejo. No fueron gringos los mineros que marcharon desde El Teniente ni los camioneros que pararon en Los Ángeles, ni gringas las mujeres que marcharon con las cacerolas, pero qué más da, si el Gobierno y su comisión nos dirán que callemos todo lo que sabemos y que soñamos todo lo que vivimos.
Gerardo Varela A.
Abogado