Solo falta que aparezca algún cruzado en proceso de iluminación que muestre un cartel que diga: “El estadio no importa”, como hacen algunos desaforados de la barra brava de la U cuando el equipo pierde. En la otra barra “estudiantil” también están por las medidas desesperadas y ya piden la renuncia de Ariel Holan después de que no surtiera efecto el cartel puesto en las afueras de San Carlos: “Jueguen como cobran”. No se puede seguir perdiendo, según ellos, conscientes de ya se sabe que nuestros equipos no tienen nada que hacer en el terreno internacional, pero … ¡perder contra rivales chilenos, no, eso sí que no!
Les pasa lo mismo que les pasa a muchos compatriotas con la Roja, que nos acostumbró a ganar, a jugar velozmente, a apretar a los rivales contra su arco, a clasificar a los Mundiales y que volvió a ser el equipo que solo gana a veces y apenas gusta de repente. Han sido tan brillantes los últimos años de la UC, que los resultados actuales no son tolerables.
Sin gol, con variantes tácticas que no dan resultado, sin un conductor de fuste y una forma de juego que no aparece, los dardos vuelan en todas las direcciones. Holan ha dicho que comprende a los seguidores y que si la cosa va por su lado, asumirá lo que haya que asumir. El presidente del club está preocupado y reconoce que los recursos no dan para financiar las nuevas contrataciones sugeridas por el entrenador y, en paralelo, seguir con la transformación del estadio.
Crece la apreciación de que el problema está en los jugadores, su calidad y disposición. Que falta Luciano Aued (sin duda), que se siente cuando no está Fernando Zampedri (cualquier equipo lo sentiría). Las opiniones están divididas. ¿Es malo el plantel? ¿Por qué ya no ofrece el club impresionantes revelaciones?
Es difícil el panorama por donde se lo mire. Pero hasta aquí, la UC ha sabido reaccionar a panoramas complicados.
Ya en sus comienzos, en 1927, cuando formó la Confederación Deportiva Universitaria con Universidad de Chile, debió tener un papel secundario pues el club deportivo de la U, por la ventaja de haber nacido al amparo de la principal universidad estatal, terminó imponiendo sus condiciones y hasta sus emblemas. Recién en 1937 se deshizo la confederación y dirigentes de la UC decidieron que esa fecha sería la de la fundación del club, desconociendo (hasta hoy en la versión oficial) sus diez años de existencia anterior.
Cuando en 1949 los cruzados adquirieron el costoso pase de José Manuel Moreno fueron considerados poco menos que locos, cuando no completamente orates. Pero los méritos del “Charro”, aunque ya veterano, los arrimaron al título de ese año y, como suele decirse, “se pagó solo”.
Tuvieron presencia de ánimo los cruzados cuando volvieron del ascenso en su primera caída a “los potreros”, en 1955, y la volvieron a tener cuando volvieron a caer en 1973, cuando un hombre decente y valiente como Manuel Vélez Samaniego no aceptó la dictadura de una mafia enquistada en la Asociación Central de Fútbol y le puso la proa hasta que hundieron el barco cruzado. La ACF fue reemplazada más tarde por la actual ANFP y … bueno, esa es otra historia.
Lo de hoy, es solamente un tropiezo.