Lucas Assadi le hizo un golazo a Huachipato y esa simple acción hizo recordar algo que a veces nos cuenta decir para no quemarlo ni presionarlo: el cabro es bueno-bueno para la pelota, atrevido y cuando quiere es capaz de hacer jugadones como ese del sábado en el sur.
Alexander Aravena también es de los que alienta esperanza. Este año ha sido el barómetro del irregular equipo de Ariel Holan. Cuando Aravena ha jugado en su puesto, cuando le han dado libertad y cuando su ingenio le permite hacer cosas que pocos se atreven, ha destacado y la UC lo ha disfrutado y aplaudido.
Lo mismo el zaguero Jonathan Villagra (Unión), de los mejores del campeonato. Tal como César Pérez, el audino Matías Sepúlveda, el palestinista Bruno Barticciotto y el rendidor Jorge Espejo (Everton).
Entre todas las miserias que se viven en el fútbol chileno, igualmente aparecen valores jóvenes (no hablemos de niños) que renuevan la fe de los aficionados.
Lo malo es que a la mayoría no los disfrutaremos tanto. Porque ni bien juegan tres partidos se convierten en presa fácil de quienes quieren quedarse con una tajada del dulce. No solo los representantes son los culpables del éxodo temprano. Los dueños de los clubes, la familia, la prensa y por cierto los mismos jugadores quieren obtenerlo todo rápido.
“Es que esta carrera es corta y hay que aprovechar los momentos”, dicen ellos. “La micro no pasa dos veces”, aseguran los padres, primos, tíos, abuelos, vecinos y compadres. “A los 18 o 19 años, el que no está para salir no está tampoco para triunfar”, sintetizan periodistas, comentaristas, exjugadores y entrenadores cuando opinan “con conocimiento”.
Pero ninguna de esas razones justifica la inusual importación de jóvenes a mercados quizás mejor en lo económico pero la mayoría tan mediocre como el nuestro.
Porque aunque la promesa inicial hable de “un club importante de España” o de “uno de los estelares de la Premier League” todos sabemos que la mayoría recala en filiales que son poco atractivas o en cuadros de 3ª o de 4ª División, que son tan malos como la mayoría de los clubes chilenos. Hay varias pruebas al canto.
¿Qué Darío Osorio es la obsesión de varios equipos europeos, los que quieren que debute ya en los torneos nacionales y copas internacionales? Puros cuentos. ¿Qué Boca y que en Bélgica ya tienen su carpeta de refuerzos a Damián Pizarro? Las pinzas.
Ellos suenan en equipos porque tienen representantes que saben manejar el negocio. Y claro, cada cierto tiempo le pegan el palo al gato y sale un Zamorano, un Salas o un Alexis.
Pero en contrapartida hay decenas, centenares de casos no solo de fracasos en proyectos, sino que derechamente en que los futbolistas terminan descreyendo en sus propias cualidades.
Nadie puede quitar sueños a los jóvenes. Eso es sagrado. Pero cuando se presentan esas posibilidades deberían repensarlas más, escuchar a los que saben, cultivar la paciencia sin perder el hambre. Eso puede marcar la diferencia en sus carreras.