Con la abundancia de lluvia los ríos se despiertan y parecen padecer de un brote maniaco.
Así ocurre ahora. Vivo entre dos ríos bastante pobretones de caudal en verano y cuando se salen de madre el espectáculo, a pesar del temporal y de lo perjudicial, es tan grandioso que en cuanto puede el curioso se dirige a un lugar seguro a observar desde lo alto el manto gris que cubre vastamente el campo. Aunque la televisión construye un panorama alarmante, nada se iguala al verlos con los propios ojos.
Hoy de mañana, en parte para recordar antiguas expediciones de la infancia y en parte para corroborar las noticias, fui hasta una especie de alta península a cuyos pies confluyen los ríos Maule y Claro, sector que lleva por nombre “Linares de Perales”. El lecho que cubren ambas corrientes, con sus varios brazos, es enorme y se pierde en el horizonte hacia Constitución. En el sitio, venido a menos, se construyó un mirador que permite contemplar desde mayor altura la magnífica conjunción. No había esta mañana otros curiosos en este lugar remoto y solitario. Comparado con el nivel del verano pasado, la diferencia es gigantesca, pero no alcanza ni de lejos a los desbordes desmadrados que guarda la memoria, cuando una capa chocolatosa cambiaba la faz de todo el valle. Pero ahora, aunque sea por unos días, el Maule vuelve a ser el Maule de la historia y de las crónicas, ese que Pablo de Rokha, describió así: “El grande ámbito del Maule, encima de cuyo lomo turbio de toro semental relampaguea como cuchillo gris su gran azote y todos se hacen parientes del Maule, porque el Maule es el señor patriarca de la comarca”.
Los ríos, con su furia invernal, parecen querer recordarnos su poder de otras épocas, porque los hombres tienen la capacidad y la vocación de borrar los ríos o al menos reducirlos a su mínima expresión.
A diferencia de los lagos, el río es inspirador y muchas obras se crean en torno él. Recuerdo entonces ese magnífico libro de Juan José Saer llamado “El río sin orillas”, dedicado al río de la Plata, por el cual corre toda la historia de Argentina. Recuerdo, además, el bello poema de Giuseppe Ungaretti dedicado a sus ríos, los ríos de su vida, poema que se puede escuchar espléndidamente en Youtube leído por el propio Ungaretti.
Miro ahora el Maule y el Claro y se me viene a la cabeza ese tejido de metáforas que desde la antigüedad grecolatina —y también en otras culturas— se han construido a partir de otros ríos lejanos y desconocidos para mí, pero que aquí vuelven a la vida porque cada cual tiene sus propios ríos.