Las chambonadas del Gobierno son tantas que las más recientes nos llevan a olvidar las anteriores. Pero me va a costar olvidarme de la de la Feria del Libro de Frankfurt, por los recuerdos personales que me despierta.
De joven trabajé en el TLS, la revista literaria británica fundada en 1902: fue mi primer trabajo remunerado. Gratos tiempos, que recuerdo ahora por la tremenda importancia que le dábamos a la feria de Frankfurt. Era el evento más importante del año, de lejos, y para la ocasión preparábamos un número especial de la revista. A mí me tocó armar uno en 1967, sobre literatura latinoamericana, con ensayos de Vargas Llosa y Octavio Paz entre otros. En ese momento había un boom de la novela latinoamericana en España. El TLS, distribuido ese año en Frankfurt, contribuyó a ampliar su difusión al resto de Europa, ayudando a que se hicieran traducciones en decenas de idiomas.
Así aprendí lo importante que es Frankfurt para los escritores y las editoriales, y la pésima noticia que es para ellos la decisión del Gobierno. Lamentablemente, esta ilustra mucho de lo que el Gobierno tiene de malo, en muchos planos.
Primero, que una vez más sepamos de un magno error solo porque lo descubrió un medio. La decisión se tomó en abril y por lo visto los que somos meros ciudadanos no íbamos nunca a ser informados. Con razón el Gobierno odia las filtraciones, y acusa a los medios de divulgar noticias falsas —las que no le gustan—. Mejor cometer errores en secreto, pensará, aunque signifique gobernar a espaldas del pueblo.
Terrible autoritarismo el que decreta medidas que nos perjudican sin que siquiera lo sepamos. ¿Qué otros errores se estarán cometiendo que no conocemos y que nunca conoceremos si no se filtran?
Después, el Presidente Boric nos informó que la decisión se tomó sin consultarlo, y que no estaba de acuerdo con ella. Mala cosa. Porque significa o que el Presidente tiene poco control sobre su gobierno, o que una vez más están culpando a los subordinados. Por cierto, ¿qué subordinados? ¿Qué rol tuvo la Cancillería, por ejemplo? Sabemos que la embajadora en Alemania comunicó la decisión a la feria. ¿Instruida por quién?
Malas también las razones dadas. Que se quiere reservar el dinero para hacer en Chile una gran feria internacional del libro “que involucre la ciudadanía”. Nada más equivocado incluso para los fines declarados, porque estar de invitado de honor en Frankfurt abriría caminos para una gran feria en Chile. Pero igual no sería lo mismo. Las editoriales no tienen presupuesto para venir a Chile a hacer los negocios que se hacen en Frankfurt.
La feria de Frankfurt que nos hemos dado el lujo de despreciar fue fundada en 1454, poco después de que Johannes Gutenberg inventara la prensa de imprenta en la cercana ciudad de Mainz. Cuando Colón llega a América, la feria ya tiene 38 años de trayectoria. Durante más de 500 años escritores han sellado allí los contratos que les permiten no solo escribir sino también vivir, pero eso parece que le molesta al ministro De Aguirre cuando dice, excusándose, que “es una feria en que participan fundamentalmente grandes editoriales, se transan derechos de autor. No es una feria como esa que nos imaginamos, como la de Buenos Aires o como la de Guadalajara, en que está todo abierto al público. Es una feria de negocios”.
Negocios, ¡qué horror!
Es cierto que en los primeros tres días se hacen esos negocios tan importantes para las editoriales y los escritores. ¡Negocios entre casi 10.000 expositores de unos 100 países, en presencia de unos 10.000 periodistas! Pero el fin de semana se abre al público. Este año se esperan unas 250.000 personas. Increíble que no lo sepa el ministro.
Qué mala imagen nos da un episodio de este tipo, porque nos hace parecer poco confiables como país. Primero decimos que sí, después que no. Recuerda la bochornosa indecisión que hubo en torno al TPP11.