“Chilenos y chilenas, habitantes de nuestra patria” (en la Cuenta pública).
“Compañeros y compañeras” (en el aniversario de Convergencia Social).
“Chile no se construye de la noche a la mañana, Chile no parte de cero” (ante el nuevo Consejo Constitucional).
“Nuestro objetivo no es la administración, nuestro objetivo es el cambio estructural” (en el aniversario de Convergencia Social).
“A veces hay que decir ‘no' a algo popular” (al promulgar la ley de Seguridad Económica).
“La rebeldía puede ser parte del Gobierno también” (en el aniversario de Convergencia Social).
“El Partido Republicano es un partido que está actuando dentro del marco democrático” (hace pocos días en Chilevisión).
“Ante el avance de la ultraderecha, nosotros decimos ‘estamos aquí'” (en el aniversario de Convergencia Social).
Dos discursos, dos visiones, dos lenguajes, una persona.
Esa fría noche de sábado, en el aniversario de su partido político, de alguna forma se transformó en un emblema de los dos presidentes que habitan en el propio Boric. Y si bien la actividad era completamente pública —por lo que no se puede argüir filtraciones o grabaciones ocultas—, da cuenta de las profundas fuerzas internas que habitan en la propia figura presidencial.
Conflictos no resueltos o derechamente dos personajes en uno. Como el dr. Jekyll que tras tomarse una poción se transformaba en el malvado Mr. Hyde en esa novela de Stevenson. O como la novela de Kundera en el que su personaje de Chantal vivía con varias personalidades.
Es cierto: la dualidad humana aparece en múltiples libros porque, de alguna forma, es la esencia de hombres y mujeres. Estamos llenos de contradicciones. Nos gusta comer mucho, pero ser flacos. Levantarnos tarde, pero ganar dinero. Y la vida, de alguna forma, es la administración del caballo negro que tira hacia abajo y el caballo blanco que tira hacia arriba (usando la famosa analogía de Platón).
El problema es que, en política, esa plasticidad desconcierta. Y de cierta forma da cuenta de un conflicto no resuelto del Presidente. De una cierta adolescencia intelectual. De una manera acomodaticia de asumir la función pública.
Ya no se trata de que en dos años Gabriel Boric ha cambiado de opinión respecto a casi todo (de los retiros, de los estados de excepción, de la refundación de Carabineros, de los TLC, de los 30 años, de Aylwin y de Lagos, del manejo de la pandemia de Piñera, de la suspensión de clases, del Wallmapu, de la propuesta constitucional y de un largo etcétera). Se trata de dos almas que siguen conviviendo al interior del propio Presidente y que aparecen una y otra vez.
Es indudable que desde la difícil instalación en La Moneda se ha ido imponiendo el Boric moderado. El caballo blanco. El republicano. Pero es legítimo preguntarse cuál de los dos Boric estaría en ejercicio si el proyecto constitucional de la Convención hubiese sido aprobado...
Todos los indicios indican que el “otro”.
Es paradójico, porque la figura de Gabriel Boric desde antes de ser Presidente, ha evidenciado esas “dos almas”. Moderación y rebeldía han sido dos características de su accionar político, como dos cuerdas de un mismo trompo. Quizá el caso más emblemático es que fue él quien lideró el acuerdo del 15 de noviembre (contraviniendo a su partido) en un acto eminentemente republicano, pero —en paralelo— alentó al octubrismo con entusiasmo.
Y una vez instalado en la Presidencia, tal vez ha sido el factor más característico de su mandato. El mismo Presidente que nomina a ministros socialdemócratas moderados indultó a quienes a su juicio “no eran delincuentes”. El mismo Presidente que hace pocos días llamó crear una Constitución en el que quepan todas las visiones, hace menos de un año lideró la campaña por una Constitución partisana y delirante.
En la vida política hay límites a la plasticidad. Se requiere una cierta coherencia que haga sentido a todos los ámbitos de la actuación pública.
En la vida personal, como dice el proverbio norteamericano, coexisten dos lobos: uno es bueno y otro malo. “El lobo que prevalece es aquel al que alimentamos”….