Un amigo mío que está en Estonia atendía una catequesis de niños pequeños y quería enseñarles a signarse. Como el 1,6% es católico, no era fácil conocer esta costumbre y les preguntó: ¿Qué hace Messi después de meter un gol? Y todos se signaron... ¡un éxito total!
" La verdad revelada de la Santa Trinidad ha estado desde los orígenes en la raíz de la fe viva de la Iglesia ... Ya se encuentra en los escritos apostólicos, como este saludo recogido en la liturgia eucarística: ' La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes '" (2 Corintios 13, 13). (Catecismo 249).
Cuando pensaba en el comentario del diario sobre la Solemnidad de hoy, observé que el "Nombre de Dios" se expresa a diario cuando hacemos la señal de la Cruz.
¿Por qué los cristianos asociamos a la Cruz la verdad más íntima de Dios, su nombre, su naturaleza? Hay varias explicaciones, pero esta nos puede ayudar: " En el misterio de la cruz están presentes las tres Personas divinas: el Padre, que dona a su Hijo unigénito para la salvación del mundo; el Hijo, que cumple hasta el fondo el designio del Padre; y el Espíritu Santo - derramado por Jesús en el momento de la muerte - , que viene a hacernos partícipes de la vida divina " (Benedicto XVI, 19-06-2011).
En la tradición cristiana, el "Nombre de Dios" está indisolublemente unido a la señal de la Cruz. De este modo, si nuestra vida es cristiana, estará también íntimamente unida a la Cruz de Cristo. Los primeros cristianos tenían muy viva la predicación de San Pablo: "Yo no vine a anunciaros el misterio de Dios con elocuencia o sabiduría sublimes, pues no me he preciado de saber otra cosa entre vosotros sino a Jesucristo, y a este, crucificado" (1 Corintios 2,1-2).
La unión del "Nombre de Dios" con la Cruz manifiesta la fuerza de Dios, todo su amor hacia nosotros: "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Juan 3,16). De la misma manera, la Cruz diariamente nos da esa posibilidad de responder con toda la generosidad de nuestro amor a cada una de las personas divinas.
Cuando omitimos hablar de la Cruz, podemos caer en "la tentación del buenismo destructivo, que en nombre de una misericordia engañadora venda las heridas sin antes curarlas y medicarlas; que trata los síntomas y no las causas. Es la tentación de los «buenistas», de los temerosos y también de los así llamados «progresistas y liberales»" (Francisco, 18-10-2014).
Estas palabras directas y claras del Papa nos hacen desconfiar de una evangelización sin Cruz: "Mi predicación no se ha basado en palabras persuasivas de sabiduría, sino en la manifestación del Espíritu y del poder, para que vuestra fe no se fundamente en la sabiduría humana, sino en el poder de Dios" (1 Corintios 2,4-5).
Es bueno preguntarnos personalmente si me resigno con la Cruz, si me revelo ante ella o la busco como San Pablo porque "para nosotros, es fuerza de Dios. (Con ella) Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé la prudencia de los prudentes" (1 Corintios 1, 18-19).
Recordamos el nombre de Dios, en el cual fuimos bautizados, cada vez que nos santiguamos y hacemos la señal de la Cruz. Toda celebración litúrgica comienza así. Lo mismo la bendición de una casa, la sencilla bendición de la mesa o en la mañana cuando nos levantamos con más o menos lucidez y cariño hacemos la señal de la Cruz, etcétera. Y así "la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo (estarán) siempre con todos ustedes" (2 Co 13,13).
"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna".(Juan 3,16).