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Editorial
Viernes 02 de junio de 2023
Cumbre sudamericana de Lula
Resucitar Unasur y apoyar a Maduro es contrario a la integración sudamericana.
Decepcionante resultó la reunión en la que el Presidente Luiz Inácio Lula da Silva convocó a sus pares sudamericanos para “discutir de manera franca e inclusiva las perspectivas para el lanzamiento de una nueva agenda de integración para América del Sur”. Los dos propósitos subyacentes de Lula para la cita fracasaron estrepitosamente, dañando su liderazgo, sin atender a los nuevos desafíos que experimenta la región, recurriendo a la nostalgia y asesorías de su gobierno anterior para insistir en proyectos derivados del chavismo.
Se suponía que Lula retornaría al escenario mundial y regional renovado, con propuestas frescas, visiones de futuro y no del pasado. Pero tanto el intento de legitimar, respaldar y blanquear —como lo señalara el expremier español Felipe González— a Nicolás Maduro, como la propuesta de resucitar la fenecida Unasur, lejos de lograr consenso, fallaron. Y no podía haber sido otro el desenlace.
Defender al régimen de Maduro, pretender afirmar su origen y ejercicio democrático, como lo sostuvo Lula, argumentando que los cuestionamientos obedecen a prejuicios y “narrativas” contrarias a la realidad, constituyó una ofensa a la inteligencia de los otros presidentes. También, una falta de respeto para los más de siete millones de venezolanos forzados a abandonar su patria, y un agravio para los millones que aún soportan en ese país la miseria y el atropello de sus libertades. Absurdo es desconocer las denuncias por crímenes de lesa humanidad cometidos por un gobierno autocrático, repudiado por una parte sustancial de la comunidad de naciones. Con toda razón, los presidentes Boric y Lacalle Pou manifestaron su completo desacuerdo con las agraviantes expresiones de su colega brasileño en apoyo de Maduro. Su valor debe resaltarse: plantear una discrepancia así con el mandatario anfitrión revela una loable decisión de no eludir elevados principios y coherencia.
El compromiso de Lula con Maduro le resta independencia para intermediar en el retorno de la democracia en Venezuela, tal como su cercanía con Putin y Rusia, y su negativa para reunirse con el Presidente Zelenski lo inhiben de su pretensión de arbitrar para la paz en Ucrania arrogándose la calidad de no alineado, que no reviste.
La ocasión y búsqueda de mecanismos integradores habría sido propicia para el respaldo a Perú en su derecho a ocupar la presidencia pro tempore de la Alianza del Pacífico. Lamentablemente, ninguno de los asistentes apoyó la demanda peruana.
Seguramente Lula, aprovechando el potencial de Brasil —séptima potencia mundial en población, octava en economía y quinta en extensión territorial— recurrirá a presiones bilaterales para revivir Unasur. La tarea no será fácil. Deberá reconocer su responsabilidad en el desperdicio de decenas de millones de dólares y esfuerzos, junto con el desprestigio y esperanzas frustradas que significó, para sucesivos gobiernos de la región, el fracaso de ese proyecto, que resultó finalmente un instrumento de Hugo Chávez y sus aliados, en tiempos en que algunas de las grandes empresas públicas y privadas brasileñas desplegaron en nuestro hemisferio la corrupción, socavando el correcto funcionamiento de la economía y la democracia. Prueba del fallido intento de apoyar el resurgimiento de Unasur fue la omisión de mencionar a esta entidad en la declaración de los presidentes, como lo propusieron Lula y otros asistentes.
Resucitar Unasur y apoyar a Maduro, como pretende Lula, es contrario a la integración sudamericana. La región merece organismos y acuerdos de unidad, capaces de perseverar en el tiempo, que superen las contingencias de los cambios políticos, que no sean utilizados para fines ideológicos y personalistas de los gobernantes, sino para las legítimas aspiraciones de bienestar de sus pueblos.