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Editorial
Sábado 27 de mayo de 2023
El estado del sistema financiero
"La clara justificación de sus decisiones por parte del Banco Central es un activo institucional. Esta semana ha vuelto a quedar clara la importancia de una adecuada comunicación en este ámbito".
El debate en torno a la inédita decisión del Banco Central, consultada con la Comisión para el Mercado Financiero, en cuanto a activar el Requerimiento de Capital Contracíclico (RCC) en un nivel de 0,5% de los activos ponderados por riesgo de los bancos, ha generado natural incertidumbre. Esto, pues las razones esgrimidas en el comunicado posterior a la Reunión de Política Financiera (RPF) no parecieron del todo convincentes. Allí la autoridad hizo referencia a un deterioro de las condiciones financieras externas desde fines del año pasado. Y en el Informe de Estabilidad Financiera (IEF) publicado al día siguiente profundizó en este argumento.
Así, se alude a los ajustes en la valoración de activos producidos por la normalización monetaria luego de un largo período de amplia liquidez. Esto efectivamente gatilló episodios particulares de tensión en los Estados Unidos. Ahora bien, aun cuando el deterioro en los mercados internacionales respecto de 2022 es innegable, sorprende el momento de la decisión. De hecho, la volatilidad global generada a partir de los problemas de un puñado de bancos en EE.UU. parece haber quedado atrás, mientras que el caso puntual de un banco suizo fue atendido y resuelto hace semanas. El resultado de estos eventos han sido condiciones crediticias más restrictivas y un persistente castigo del valor de los activos, pero el ajuste gradual no parece consistente con la decisión de la autoridad.
También es posible que la situación respecto del incremento del techo de la deuda en EE.UU., que mantiene a republicanos y demócratas en tensas negociaciones, sirva para justificar la alerta del instituto emisor, pero, de concretarse el peor escenario, la provisión de 0,5% de los activos —equivalente a 1.200 millones de dólares— no sería contención alguna frente al tamaño del evento.
El contexto macroeconómico local, si bien continúa afectado por una economía que no encuentra señales de crecimiento, tampoco ofrece una justificación precisa. El consumo privado continúa un lento ajuste a la baja, lo mismo que el preocupante déficit en cuenta corriente. La inflación, por su parte, aún está lejos del objetivo de política, pero la política monetaria contractiva parece estar surtiendo efecto.
El momento de la banca
En este contexto, la decisión del Banco Central ha dirigido las miradas técnicas a la salud del sistema financiero nacional, particularmente la de la banca. Sin embargo, luego de la crisis subprime, la regulación nacional ha experimentado una progresiva modernización y efectivo mejoramiento. Esto ha sido posible gracias a la convergencia de la institucionalidad local al marco regulatorio internacional impuesto bajo lo que se conoce como Basilea III.
Tal marco regulatorio explica, por ejemplo, que el mercado financiero local no haya sido particularmente afectado por las turbulencias externas recientes. De hecho, tal como lo reporta el IEF, las pruebas de tensión a las que ha estado sujeto el sector bancario dan cuenta de su solvencia. “El sistema se encuentra en una posición adecuada de solvencia y liquidez para enfrentar la materialización de escenarios tensionados”, destaca. Esto, en momentos en que las condiciones de oferta de créditos se restringen por la incertidumbre y la demanda se debilita por el menor dinamismo de la economía, lo que ha sido acompañado por la acumulación de provisiones y una estructura de financiamiento diversificada. Estos ajustes son esperados y demuestran una gestión responsable frente a la principal fuente de vulnerabilidad del sector: el riesgo de crédito. De hecho, el Central estima que dicho riesgo equivale al 19,5% del capital del sistema bajo un escenario severo, lo que significa una reducción importante respecto de todos los ejercicios similares realizados en 2022.
Todo lo anterior apunta a que los factores de riesgo (deterioro macroeconómico local o internacional, ciberataques o eventos relacionados con la gestión de procesos) no serían consistentes con la decisión del Central. Sí pueden explicar la rentabilidad de la banca, a la que contribuyó de forma importante una alta inflación. Esto último, pues los bancos poseen más activos que pasivos en UF, por lo que un alza en los niveles de precios impulsa mecánicamente sus utilidades. Esto probablemente no fue anticipado por los parlamentarios que alentaron los retiros previsionales, factor clave para el aumento de la inflación. Así, tal como lo documenta el IEF, durante 2022 el sector bancario alcanzó los mejores resultados de los últimos ocho años: la rentabilidad de los activos (ROA) estuvo cerca del 1,5%.
¿Qué viene ahora?
Los agentes económicos han anticipado una posible reducción de la Tasa de Política Monetaria (TPM) durante los próximos meses. Esto permitiría una moderada activación en el segundo semestre. Sin embargo, la implementación del RCC debería disipar esta última posibilidad, toda vez que busca mantener a la economía resguardada frente a futuros shocks.
Esta aparente contradicción está en el centro de la confusión del mercado: una medida que en su diseño es contracíclica ha sido aplicada en momentos en que la actividad está deprimida (es decir, de forma procíclica). Una pronta decisión del Banco Central en cuanto a reducir la TPM arriesga ahora profundizar la confusión o confirmar que la activación del RCC fue un error. La autoridad monetaria debe evitar someter sus decisiones a este tipo de dilemas. Para eso, se debe mejorar la comunicación de sus decisiones.