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Editorial
Jueves 25 de mayo de 2023
PDG en problemas
Su difusa identidad y la promesa imposible de no replicar viejas prácticas le pasan la cuenta.
El diputado Rubén Oyarzo, del Partido de la Gente (PDG), ha hecho un descarnado análisis de la situación de esa colectividad, criticando además a su líder natural, Franco Parisi. “El liderazgo de Parisi no responde al momento que vivimos como país”, fueron sus palabras para referirse al dos veces excandidato presidencial, quien el mismo día de la elección de consejeros constitucionales realizara un comentado punto de prensa en el aeropuerto, antes de tomar el avión que lo llevó de vuelta a su hogar, en Estados Unidos.
Los dichos de Oyarzo constatan un hecho, cual es el mal pie en que ha quedado su partido luego de esos comicios, en los que su porcentaje de votación retrocedió del 8,43% logrado en las últimas parlamentarias, a un 5,48%, además de no haber podido elegir un solo consejero. Por cierto, se trata de una adhesión superior a la conquistada por colectividades como la Democracia Cristiana, Revolución Democrática, el Partido Radical o Evópoli, pero que se sitúa muy por debajo de las expectativas de un partido que sorprendió al país cuando en 2021 eligió seis diputados —y luego sumó a su bancada a tres independientes— y posteriormente posicionó su marca al tope de las encuestas. Desde entonces, una serie de conflictos internos ha reducido su número de diputados a tres, dando cuenta de una profunda crisis de identidad, situación que los últimos acontecimientos solo parecen haber agudizado. Así, su promesa de “limpiar la política” y de “no repetir malas prácticas” ha chocado, como tantas veces en la historia, con una realidad mucho más compleja y que lo ha mostrado replicando las mismas conductas que cuestionaba. La inclusión en su lista de candidatos al Consejo Constitucional de una persona que registraba una condena por delitos relacionados con droga fue la expresión máxima de aquello, y pudo haber incidido significativamente en su decepcionante desempeño electoral.
En lo ideológico, el PDG apostó desde su inicio por las banderas de la antipolítica que, si bien pueden a veces ser atractivas para los votantes, acentuaron la impredecibilidad de muchas de sus posiciones, que se han movido entre el apoyo a medidas populistas —como los retiros previsionales— y una cierta cercanía al centro político. Pero aunque esto último y el hecho de haberse jugado por el Rechazo en el plebiscito del año pasado pudieron contribuir a un mayor perfilamiento, la trayectoria del partido arriesga hoy replicar —por cierto, sin su radicalismo— lo que fuera el fenómeno de la Lista del Pueblo, que con su cuestionamiento a los políticos tradicionales despertó entusiasmos y alta adhesión, para terminar prontamente decepcionando a sus seguidores.
Nada hace prever una fácil solución a los problemas que hoy vive el PDG y que lo han llevado incluso a cuestionar el liderazgo a cuyo particular alero se formó. El caso, sin embargo, es otra expresión más de la crisis que vive buena parte del sistema de partidos chileno y de la necesidad de reglas que incentiven la conformación de colectividades fuertes y con una sólida identidad política, al mismo tiempo que capaces de representar a amplios sectores del electorado.