Señor Director:

En su columna de ayer, Eugenio Tironi se refiere a la lección política que dejó el fracaso de la pasada Convención Constitucional: esto es, el buscar imponer a partir de una mayoría circunstancial (con voto voluntario) una agenda valórica e identitaria (feminismo, regionalismo, animalismo, ecologismo, indigenismo, decolonialismo, decrecimiento, identidades sexuales) de gran influencia en la academia, pero escaso impacto en la sociedad, sin haberse dado el trabajo, paciente y de largo plazo, de construir una mayoría social sólida y una hegemonía cultural que sostuviera tal agenda “progresista”. Como en otras partes del mundo, la izquierda chilena, enamorada de las “nuevas ideas”, se ha olvidado de los trabajadores, del mundo rural y de los pobres.

Tal intento, como era obvio que debía ocurrir, despertó la reacción social y cultural cuyas consecuencias electorales y políticas (con voto obligatorio) empezamos a sentir el 4-S y el 7-M: así como el 62% rechazó la propuesta constitucional maximalista, se inclinó también por respaldar al partido ultraconservador de José Antonio Kast, en lo que no se puede leer sino como una reacción.

Tironi justifica el apoyo al proyecto de la pasada Convención Constitucional afirmando que la propuesta encarnaba los temas emergentes y que su rechazo, pensaron en ese momento, llevaría a un túnel sin salida. No fue lo que ocurrió y al respecto no solo Tironi, sino toda la izquierda concertacionista —con unas pocas excepciones que se atrevieron a levantar la bandera del Rechazo desde la centroizquierda— se equivocaron lamentablemente, demostrando una vez más que la rendición incondicional frente al maximalismo, si no es un camino de derrota, al menos sí es el de una sólida e irreparable minoría.

Concuerdo con Tironi en que la lección que deja para las fuerzas gobernantes esta experiencia no ha sido asimilada. Se buscan culpables y se consagran chivos expiatorios para eludir una autocrítica de fondo. No han comprendido que desde una consolidada posición minoritaria, de nada vale al gobierno golpearse el pecho con un programa inviable. Ello solo profundizará la derrota de la izquierda, la nueva y la vieja, a la que nos está llevando el desconocimiento de “los porfiados hechos”, la arraigada porfía frente a la realidad.

Ricardo Brodsky