Sin importar cómo se prefiera analizarlo —desde la estadística dura o la simple observación—, es un hecho que una de las mayores crisis del fútbol chileno en cancha es la falta de contundencia ofensiva.
Tanto los clubes como las selecciones nacionales a todo nivel tienen problemas graves para hacer goles.
Algunos aseguran que esta inconsistencia tiene que ver con la falta de jugadores dotados para anotar y la carencia de una buena enseñanza. Puede ser. Como es sabido, la conversión se entrena, se pule, no es algo que sea solo innato. Requiere de aprendizaje y práctica constante. Un artillero nace con ciertas condiciones físicas, técnicas y mentales que pueden servir para que se convierta en un goleador. Pero es difícil que logre un alto nivel si es que a ello no le agrega elementos que ayuden a que esas condiciones sobresalgan frente a las dificultades que encontrará en la cancha.
También en el análisis hay un grupo —para nada minoritario— que postula que el volumen ofensivo se logra utilizando ciertas estructuras de distribución táctica. En términos simples, jugar un 4-3-3 pareciera ser, por ejemplo, más ofensivo que un 5-3-2.
Finalmente, quizás de forma más fina, otros piensan que la potencia para llegar al arco contrario tiene que ver con estrategias y principios de juego. O sea, en la forma cómo se lleva a cabo el plan de juego: ¿Posesión?, ¿juego directo?
En realidad, todos pueden ser factores, pero lo importante es que hay un principio esencial que cruza todos los puntos de vista: lo que importa no es cómo se ataca, sino que debe encontrarse la mejor manera de hacerlo de acuerdo a las opciones con las que se cuenta y el rival que se tiene al frente.
El Manchester City de Pep Guardiola puede servir de paradigma para una mejor comprensión. El equipo inglés arrolló a Real Madrid en la vuelta de las semifinales de la Champions no porque la posesión sea mejor que el juego directo, sino porque Guardiola introdujo ciertas modificaciones a su dogma (utilizando el pelotazo largo), para que su mediocampo tuviera el balón, pero también impidiera la lucha de tenencia con Valverde, Kroos y Modric.
Pep logró así atacar mejor, de acuerdo a lo que pretendía el rival.
En nuestro medio, el tema está demasiado reducido a la búsqueda de dibujos y de jugadores que sean capaces de resolver problemas.
Todas las selecciones nacionales tienen el grave problema de la falta de contundencia ofensiva y parece errado que la solución que se plantee es que emerja un Caszely, un Salas, un Zamorano u otro Alexis para arreglar el cuento. Se debe hacer más.
Ni hablar de los clubes de Primera División. Un ejemplo: la UC no ataca de gran manera. Suma hombres en la ofensiva, que no es lo mismo. Y a veces eso mismo hace que su claridad ofensiva se reduzca y quede supeditada a que aparezca Fernando Zampredi para arreglarlo todo.
No es la forma. Comencemos por reconocer que no se tiene una buena percepción sobre cómo aumentar los volúmenes ofensivos. Mirar un poco, analizar e intentar variar erradas y añejas percepciones.
Es la tarea.