Dentro del ejército de Ucrania, Lilia Hennadiivna (Rita Burkovska) es una oficial de reconocimiento aéreo; es decir, una operadora de drones, que ha sido capturada por los “separatistas” de Donetsk. Rusia todavía no ha iniciado la invasión de Ucrania por esas regiones, aunque ya está preparando el terreno. En Donetsk y Lugansk se libra una guerra extraoficial, pero con todas las características de una guerra.
La película comienza con la liberación de Lilia en un intercambio de prisioneros. Lilia no viene contenta, la acompaña una silenciosa pesadumbre. Su marido, Toha (Liubomyr Valivots), respeta esa distancia, con dificultad. Será el primero en ver en el cuerpo de Lilia las huellas de los golpes y las quemaduras. Más adelante, un locutor prorruso hará ver que no ha sido considerada como la sencilla operadora de un dron, sino una agente de la inteligencia ucraniana a la que llaman “Mariposa”. La tortura, por lo tanto, no ha terminado allí. Lilia está embarazada de una violación que ha ocurrido, según la estimación médica, entre ocho y nueve semanas antes. Y Lilia no está en condiciones para un aborto expedito.
Toha reacciona con ferocidad ante esta nueva condición, aunque podía ser obvia. En lo que parece un esfuerzo por desviar su rencor, Toha se inscribe en las patrullas de voluntarios que exploran el territorio para identificar a posibles infiltrados o exploradores enemigos. Se trata de grupos violentos, propensos al abuso, que bordean peligrosamente un tipo de violencia fascista. La deriva de Toha es previsible. Día a día le parece más intolerable la idea de que Lilia tenga un hijo concebido de esa manera.
Visión de mariposa narra esta historia con crudeza, sin embellecer ni dramatizar nada. Hay un esfuerzo de desnudez, de frío, de dureza. Lilia acepta su situación con estoicismo, con el aplomo de un combatiente. Esa severidad es parte del devastado paisaje moral de la guerra.
Por momentos, la película establece una asociación entre la visión del dron y las ecografías que exploran el vientre de Lilia, una idea que podría ser interesante si primero no fuese pretenciosa. En otros pasajes introduce planos rápidos, breves, fragmentarios, de los tormentos que ha sufrido Lilia en su cautiverio, para establecer que su liberación ha sido la salvación solo de una parte de su vida. Ambos recursos son defectuosos, pero resultan menores frente al seco drama de Lilia.
Este es el debut en el largometraje del cineasta ucraniano Maksim Nakonechnyi, una primera película que también es la primera en trasladar al cine la guerra en Ucrania, con sus bordes infamantes y sus efectos irreversibles. Pero es, sobre todo, un debut muy promisorio.