Cuando se elige a un ciudadano para que sea el presidente de un país o de un sindicato o de una empresa o de lo que sea, naturalmente habrá que juzgarlo por su programa, por lo que ofreció hacer en su mandato, por su plan. Sería una gran complicación que cada ciudadano lo analizara y criticara según sus deseos y convicciones personales. A quien no le gustaron sus propuestas seguramente habrá votado por otro candidato. Y si de todos modos lo hace mal, usted protestará.
A un entrenador no lo eligen sus dirigidos ni los aficionados y, por el contrario, suele ser elegido por tipos que no entienden ni palote de fútbol y solo entienden de comprar y vender futbolistas. (Permítame un paréntesis: hasta hace algunos años se intentaba no hablar de “comprar y vender jugadores”, pues no debían ser tratados como mercancía; en cambio, se hablaba de “compra y venta de pases”. Era un trato decente y sano, pero hoy ¿qué es decente y sano en el fútbol?).
Como sea, a un técnico se lo contrata por su prestigio, sus resultados previos (menos en Chile), su fuerza motivadora y póngale usted más cualidades. Es decir, no hay cómo analizarlo durante su desempeño. ¿Cómo calificar a un especialista que tuvo y ahora no tiene buenos resultados? ¿Mala racha? Ese no es argumento. ¿Muchos lesionados? Mmm ¿Malos jugadores? Si ya conocía el plantel, no sirve de excusa.
Recuerdo haber planteado este tema hace un montón de años, es decir, exigirle a cada entrenador, particularmente a los seleccionadores, una exposición de sus convicciones y de su plan. Que digan “Esto creo y esto quiero hacer”. Eso junto con un análisis del momento que vive su plantel.
Eso ha hecho Eduardo Berizzo en estos días, contándoles (no informándoles, contándoles) lo que piensa hacer con el seleccionado y los seleccionados en la clasificatoria que viene, junto con un enfoque de la realidad. Agregó algo aún más avanzado en el plano de los adelantos técnicos: los nombres de sus elegidos. Hasta dijo, según leo, que insistirá en llamar a Diego Rubio porque este tiene clara la idea técnica. Es una nominación que encontrará escasa acogida popular, pero es la visión del entrenador y es él quien arriesga su prestigio, nadie más.
Es refrescante esta iniciativa del seleccionador nacional. Anima las relaciones y ayuda a desdramatizar el denso clima en el que apenas respiramos. Todo parece oscuro y sin salida. No tenemos valor competitivo en ninguna área internacional ni algún prestigio directivo. Hasta con el gobierno se ha enemistado la ANFP, a propósito del prohibido, pero igualmente programado, encuentro de Wanderers con San Marcos. Seguimos viviendo asfixiados por la violencia o jugando sin público.
Puede ser que algunos o muchos no aprecien el gesto del entrenador nacional, sumidos como están en el desconsuelo, la desesperanza y la amargura. Hay que hacer un esfuerzo por salir del pozo. Cuesta. Además, la depresión es la enfermedad de estos días. Pero hay que intentar salir a respirar.