Que San Juan recoja unas palabras de Jesús y nos hable del amor a Dios no sorprende, pero que el Señor relacione íntimamente el amor a cumplir unos mandamientos, a algunos les puede llamar la atención: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos... El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él" (Juan 14, 15-21).
Pero, padre, ¿por qué piensa usted que si no vivo los mandamientos no quiero a Dios? ¿Son los mandamientos el único camino para amar a Dios? Hay personas que vienen obligadas a Misa y eso no significa que quieren a Dios... ¿Qué me dice, padre?
Estos son los desafíos del sacerdote, que tiene que explicar todo el texto y no solo los políticamente correctos. Cuando los feligreses comprenden que no es opinión mía, sino que palabra de Dios; cuando se ponen las cosas en su contexto, siempre veo que las disposiciones mejoran, porque una cosa es estar en desacuerdo con el párroco y otra, muy distinta, es no estar de acuerdo con Jesús.
Para echar más pelos a la sopa, podemos recordar otras palabras de San Juan que ponen más tenso el panorama: "Quien dice: Yo lo conozco -lo quiero-, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él" (1 Juan 2, 4).
Es clave comprender la relación entre libertad, amor y obediencia. Quien ve una oposición entre amor y mandamiento, intentará no leer estos textos del Nuevo Testamento, se los saltará y evitará ocupar la palabra "mandamiento". La sustituye afirmando que Jesús siempre nos: "invita", "propone", "regala", "recomienda", etc. Pero ¿es así?, ¿Jesús nunca manda, siempre sugiere?
¿Qué significará para Jesús la expresión: "El que acepta mis mandamientos"? (Juan 14, 21). ¿Será esa persona que escucha un mandato externo de alguien ajeno a su vida? En la vida de Jesús y en el testimonio de los santos observamos que no. Todo lo contrario, es la persona que reconoce una voz familiar y que la quiere, y su llamado viene del centro de su corazón. En definitiva, "aceptar ese mandamiento" es hacerlo propio, donde mi querer se identifica con su querer: aceptar es amar. Así, el amor resuelve cualquier conflicto con la libertad; es más, la hace crecer.
Pero, padre, ¿hay cosas que Dios me manda y no me gustan, algunas me cuestan y otras me dan lata? Le diría: pregúntale a tu madre -feliz día a todas-: ¿por qué ella hace cosas contigo que le cuestan, por qué te acompaña en cosas que no le gustan y escucha tus cuentos que dan lata?... ¡Porque te quiere de verdad! "El amor todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (1 Corintios 13, 7).
Ahora entendemos un poco más a San Juan: "Quien dice: Yo lo conozco -lo quiero-, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él" (1 Juan 2, 4). El amor es exigente y crecer en el amor es crecer en libertad, podemos hacer con alegría -incluso- las cosas que nos cuestan, que nos dan lata o nos cansan... Y con alegría puedes gritar: ¡¡¡las puedo hacer... soy libre!!!
Se entiende a San Josemaría cuando decía: "no es lícito pensar que solo es posible hacer con alegría el trabajo que nos gusta (Carta 29-XII-1947, n. 106). Cuando se ama de verdad -no de mentira-, se puede hacer todo con alegría, incluso lo que cuesta, lo que no gusta, si se hace por y con amor. Junto a esa gran libertad que nos da el amor, Jesús nos promete: "y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él" (Juan 14, 21). Si amas de verdad, ama y haz lo que quieras.
"Si me amáis, guardaréis mis mandamientos... El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él".Juan 14, 15-21