Los análisis sobre lo que pasó el 7 de mayo se seguirán multiplicando. He aquí algunas ideas preliminares.
Primero, qué difícil para una agrupación política prosperar en el centro. Yo creo que la mayoría de los votantes están en el centro. Pero eso no favorece, necesariamente, a partidos de centro. El problema de estos es que los partidos situados en los polos siempre se pueden mover hacia el centro cuando les conviene, y lo pueden hacer sin perder su voto duro, que no tiene dónde más ir, mientras que, para un partido de centro, moverse hacia la derecha o la izquierda es literalmente un contrasentido, y no hay voto duro que les dé piso.
Otra cosa: si bien sabemos que los partidos están muy desprestigiados en Chile, la elección del domingo demostró que le puede ir muy bien a un partido bien organizado, con ideas claras. Chile Seguro dice que pagó el costo de haber negociado con el oficialismo. Puede ser. Pero creo que también pagó el costo de no habernos explicado cuál es su actual visión de país, si es que la tiene. Les ha sido demasiado fácil ser oposición, por lo inepto que es el gobierno. En esta próxima etapa, van a tener que volverse más creativos.
Otro tema. Si bien un caso no hace regla, los republicanos pueden estar demostrando que a los ciudadanos les gusta más votar por un partido que por un conglomerado heterogéneo. Se me ocurre que a los partidos de Chile Vamos no les vendría mal fusionarse. Lo mismo los partidos de izquierda. Es cierto que el Partido de la Gente corrió solo y le fue mal. Pero es un partido dedicado a la indefinición. En vez de ejercer liderazgo, les piden orientación permanente a sus cambiantes bases, y ejercen una suerte de populismo payasesco, como cuando ponen en su franja a Pamela Jiles exigiendo un sexto retiro.
Por su parte, qué poco parece entender el gobierno. En vez de felicitar a los republicanos por su triunfo, lo que en una democracia civilizada es lo menos que uno espera cuando un gobierno es derrotado, sale el lunes Camila Vallejo a decir que “hay una derecha que ha demostrado una mayor disposición democrática y esperemos… que… no cambie”. Obviamente para ella esa derecha es la de Chile Seguro, a quien le atribuye disposición democrática pero no tanta, solo más que los republicanos. ¿Con qué ropa? Baste recordar el apoyo de su partido al régimen castrista. Baste recordar la participación de Apruebo Dignidad en un estallido en que pretendieron derrocar al gobierno desde la calle, prescindiendo, con suma violencia, de toda noción democrática.
Yo no voté por los republicanos, pero sí los creo democráticos. Eso no quiere decir que no deban dedicarse ahora a convencer a todos los chilenos que lo son. Su gran oportunidad estará en el Consejo Constitucional, donde cabe que apunten a una Constitución que nos una a todos. También se los acusa de populistas. Yo tampoco creo que lo sean. Pero allí es esencial que eviten promesas irrealizables en temas como el de la seguridad. Tienen que sincerarse con los votantes: el tema es de larga data, y extremadamente complejo. Requiere años de arduo trabajo. Recurrir a la barbarie efectista de un Bukele es tirar por la borda toda la civilización que hemos ido construyendo como país en los últimos doscientos años, y los republicanos tienen que dejarlo claro.
Un último consejo tanto para el Gobierno como para la oposición. Ya basta de estar evocando a cada rato las supuestas demandas de una “inmensa mayoría de los chilenos”. Deténganse más bien con humildad en la volatilidad del votante actual, en lo insondables que parecen ser sus cambiantes emociones. Mientras dure esta volatilidad, que parece estar azuzada por la bronca, las adhesiones ciudadanas serán todas efímeras, incluidas las del domingo pasado.