"Yo soy el camino", dice Jesús en el Evangelio de este domingo. Esto debe haber sonado extraño a sus interlocutores, quienes habían aprendido en su catequesis que el camino para llegar a la vida era la observancia de la ley y los mandamientos. Pero, desde entonces, ya no más. Los mandamientos están bien, pero la vida plena se trata de otra cosa. El camino es el mismo Jesús. Otros caminos nos pueden llevar a éxitos aparentes, incluso a conquistar el mundo, pero no son caminos de vida plena.
"Yo soy la vida". Jesús va camino a Jerusalén, donde le acecha la amenaza de la muerte.Tomás lo ve como una derrota definitiva . Él todavía no conoce la Pascua, y comprende la muerte como el destino definitivo. Él todavía no comprende que el camino para llegar a la vida pasa por la entrega por amor. Igual que él, nosotros vemos la muerte como lo último, y por eso le tenemos miedo a donar la vida. Pensamos que debemos gozar el momento presente, porque después todo se acaba. Y esta se convierte en la norma de vida para muchos: carpe diem , vive solo el momento presente. Cuando pensamosque el destino último es la muerte, tenemos miedo de seguir el camino que Jesús propone, pues tenemos miedo a equivocarnos.
"Yo soy la verdad". Él encarna la verdad sobre el verdadero Dios y el verdadero hombre. Hoy muchos cristianos tienen una imagen de Dios que no se parece a Jesús: un dios justiciero, severo, controlador. Así no fue Jesús. Ese dios no es "verdad", y hay que sacarlo de nuestra vida. Así también, muchos cultivan una imagen de persona exitosa basados en criterios materialistas o individualistas, tan presentes hoy. Pero la persona que no se parece a Jesús tampoco es una persona verdadera, plena. Los cristianos comprendemos que la verdadera vida humana está en amar sin ahorrarse nada, en donar toda la vida por los demás. Este es el verdadero éxito de la vida que Jesús nos propone. Y lo hace no solo de palabra, sino que nos lo muestra entregando su vida en la cruz. Hoy vemos variadas propuestas de vida, muchas de las cuales tienen cosas buenas. Pero si buscamos la plenitud de la vida, esa luz la encontramos en Jesús de Nazaret.
"No tengan miedo", dice también Jesús. Vivimos un tiempo de importantes desafíos que para muchos se transforman en inseguridades: lo eclesial, lo político, lo económico, la delincuencia, el desafío social... Parece que hay razones suficientes para vivir con inquietud. Uno ve, por desgracia, que el miedo se va apoderando de muchas personas. El Señor conoce lo que hay en nuestro corazón, por eso comienza el evangelio de este domingo con la invitación: "no tengan miedo". Y lo que propone es: "Crean firmemente en Dios y crean también en mí". Confiar en el Señor en algunos momentos de la vida es fácil, pero es difícil mantenerse firme cuando la vida se pone compleja y adversa. La ansiedad frente a la historia nos viene cuando la miramos con la miopía de nuestros ojos limitados, y no con la mirada de Dios. Nos concentramos en el momento presente y queremos que el reino de Dios esté realizado ya ahora. Y nos decepcionamos, pues esto no es así.
"Harán las obras que yo hago". La verdad es que no veremos el reino de Dios realizado totalmente hoy, pues siempre hay más. Es lo que en la teología se llama la escatología, donde la realización de la vida comienza ahora, pero llega a su culmen en la vida plena con Dios.
Hoy, concretamente, nos involucramos a través de nuestro compromiso cívico de votar. No es el miedo lo que nos mueve, sino el deseo de transformación de nuestra sociedad, sabiendo que siempre hay un "más" en el horizonte del cristiano que requiere de nuestro trabajo y participación.
"En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros".(Jn, 14,2)