A pesar del poco interés que ha despertado la votación de hoy, su impacto sobre el futuro del país será mayor. En lo inmediato, influirá en el proceso constitucional; y en un plazo más largo, impactará sobre los problemas de legitimidad del sistema político y bajo crecimiento de la productividad que arrastramos desde hace tiempo. Hoy, cuando se cuenten los votos, debemos poner nuestra atención en tres datos claves que podrían reorganizar el escenario de las fuerzas políticas.
Un primer dato clave es si la oposición logrará elegir 30 de los 50 consejeros. Si lo logra, tendrá el quorum necesario para aprobar las normas que quiera, sin la necesidad de llegar a acuerdos con los consejeros de izquierda y centroizquierda.
En política, más que en otras actividades, las ganancias de corto plazo son particularmente atractivas, aun si conllevan riesgos altos para más adelante. En jerga de economistas, las tasas de descuento en política son más altas que la tasa social. Por eso, es probable que la oposición repita el error que cometió la izquierda en la instancia constitucional anterior y decida pasar la aplanadora, si obtiene los tres quintos requeridos para aprobar normas. Pese a que la derecha, en la campaña del Rechazo a la propuesta previa, proponía “una casa de todos”, a partir del comportamiento que ha tenido en la Comisión Experta, buscando constitucionalizar temas que se resuelven a nivel legislativo en la mayoría de las democracias avanzadas, sospechamos que repetirán los mismos errores que tanto criticaron a quienes impusieron sus criterios en el proceso anterior.
Un segundo dato a tener en cuenta hoy es el duelo entre los republicanos y la derecha tradicional, especialmente la UDI. Si el desempeño electoral del P. Republicano es mucho mejor que el de la UDI y termina siendo el partido con más consejeros, la UDI tendrá incluso menos incentivos para buscar acuerdos con el Gobierno en los temas legislativos. Nuevamente, y al igual que lo que sucedió con el socialismo democrático vis a vis la izquierda más dura, un cálculo de corto plazo lleva a imitar los extremos cercanos más que a enfrentarlos. Aun cuando con ello se pavimente el ascenso de opciones populistas y antisistema, que se alimentan de la falta de avances en temas legislativos importantes para la ciudadanía y que los menos extremistas, ilusamente, creen que podrán encauzar. Si junto a los republicanos, el Partido de la Gente también obtiene una alta votación, habrá un gran número de consejeros pertenecientes a partidos que, paradójicamente, descreen del proceso constitucional. Lo cual facilitará el camino para que gane nuevamente el Rechazo en el plebiscito de diciembre.
Así como hay un duelo al interior de la oposición, también hay un duelo dentro de la coalición de Gobierno. El tercer dato clave será el resultado entre los dos grupos de partidos oficialistas, Apruebo Dignidad y el Socialismo Democrático. Dado que el Partido Socialista va en la misma lista que el Frente Amplio y el Partido Comunista, será más complicado interpretar el resultado. Si le va mucho mejor a los candidatos de los partidos que apoyaron a Boric en primera vuelta, los grupos más duros de ese sector se verán tentados a exigir un reequilibrio de los cargos de Gobierno y a insistir en empujar el programa original del oficialismo. Estos sectores pondrán en duda la validez del realismo político que, crecientemente, ha mostrado el Gobierno —y que ha sido tan poco valorado por la oposición— y podrían terminar apostando al todo o nada. Que esta línea argumental dificulte aún más obtener los votos necesarios en el Congreso para aprobar proyectos urgentes, como la reforma tributaria y la reforma de pensiones, no les preocupa mayormente. Lo relevante, en su lógica, es una convicción inmune a toda evidencia de ser depositarios de una verdad superior, manteniendo siempre abierta la posibilidad de que se den las condiciones para un asalto al palacio de invierno.
La mayoría de las encuestas y analistas sugieren que les irá bien a los extremos de cada coalición (P. Republicano, Apruebo Dignidad) y a la oposición en su conjunto (alcanzando los codiciados 30 consejeros). Cabe recordar eso sí que tanto las encuestas como los analistas se han equivocado bastante en las últimas elecciones. Dos fuentes de incertidumbre podrían llevarlos a equivocarse de nuevo con sus proyecciones para la votación de hoy. Un primer desafío es saber cuánta gente votará. Es probable que sean menos que los 13 millones de votantes que hubo en el plebiscito de salida. Si la gente percibe que la probabilidad de ser multado en caso de no cumplir con la obligatoriedad del voto es alta, la diferencia puede ser pequeña, en caso contrario será más grande, pues el entusiasmo por votar es, sin duda, menor. Un segundo desafío es saber cómo votarán hoy los casi cinco millones de nuevos votantes que fueron decisivos en el triunfo del Rechazo. ¿Son votantes cercanos a la derecha? ¿O son votantes desilusionados de la política tradicional, que en una elección se volcaron por la Lista del Pueblo, en otra optaron por el Partido de la Gente y hoy es, simplemente, imposible predecir qué harán?
El escenario pesimista es que en la votación de hoy se fortalezcan los extremos y, con ello, se incremente la polarización. Un Gobierno con serias dificultades para avanzar en temas legislativos sumado al fortalecimiento de los extremos, oficialistas y de oposición, debilitarán aun más las exiguas instancias de diálogo y acuerdos. En ese escenario es probable que se rechace la futura propuesta constitucional y hagamos como si nunca hubo un estallido social. Los eventos por venir nos recordarán que sí sucedió, pero entonces, probablemente, será demasiado tarde.
El escenario optimista es que las opciones más dialogantes y abiertas a lograr acuerdos, del Gobierno y la oposición, alcancen una mayoría en la Convención Constitucional y se coordinen para avanzar en los grandes temas pendientes de la agenda legislativa. Estas opciones, hay que decirlo, no han tenido una presencia notable en meses recientes, pero existen brotes verdes, de lado y lado, que parecen entender que, con oscilaciones cada vez mayores del péndulo, no llegamos a ningún lugar donde valga la pena llegar.