Nunca una elección más descafeinada ha sido tan importante. Nunca una elección con tan poco entusiasmo puede ser un hito tan relevante.
Candidatos desconocidos, parlamentarios jubilados, aspirantes a políticos y poco más inclinarán la balanza de la historia de Chile de manera decisiva. No solo por la posibilidad de tener una nueva Constitución, sino por los efectos políticos inmediatos que implique.
Cuatros son las cosas que están en juego:
El braceo del Gobierno
De un punto no se puede inferir una recta. De dos puntos, sí. El 62% del 4-S fue un mazazo para el Gobierno que se puede repetir. Tal vez no con esa magnitud, pero sí con esa misma intensidad. Y si con el primer golpe el Gobierno quedó en las cuerdas, con el segundo puede quedar noqueado. Un mal resultado, como los números lo indican, sellaría definitivamente el término del mandato por el que fue elegido. Sería el fin de las últimas brasas octubristas, de un Presidente que emergió desde ahí. Terminará su período (y es necesario que lo haga), pero lo hará como terminó Piñera, apenas braceando para llegar a la orilla. Porque, querámoslo o no, justa o injustamente, la elección de mañana —como todas las elecciones de mitad de mandato en el mundo— será un plebiscito para el Gobierno.
Los cuchillos y las dos almas
A eso de las 18:30, la sensación ya será clara en el oficialismo. Y ahí será inevitable sumar la “lista del PPD” con los votos del Partido Socialista. Si el resultado es desbalanceado, será un problema adicional para el Gobierno. ¿Qué debería hacer Boric si el Socialismo Democrático obtiene un peor resultado que Apruebo Dignidad? ¿Refugiarse en sus bases o intentar seguir sintonizando con la moderación del país? Pero hay algo peor: si al momento de sumar los votos de todos estos, son demasiado pocos, ello puede dar pie a una especie de matanza de San Bartolomé. Se cobrarán todas las cuentas. Se atacará a todos los enemigos. Unos serán acusados de radicales y otros, de amarillos. Se calcularán cuántos consejeros no salieron por culpa de las dos listas, y si se llega a producir que queden bajo los 21 consejeros (necesarios para el tercio), es posible incluso aventurar el quiebre, de facto, de la coalición.
Las tres derechas y el temido sorpasso
Al otro lado del Rubicón estará la oposición. El Partido de la Gente representa de cierta forma la derecha populista. Se trata de un conglomerado que claramente se puede clasificar dentro de esa vertiente. Por otra parte, está la derecha ultraconservadora (acompañada, por cierto, de algunos de ultraderecha) que representa el Partido Republicano, la supuesta vedette de esta elección. Y entremedio, la vieja centroderecha protagonista de los 30 años. Esa derecha que logró sacudirse del pinochetismo y que aprendió a jugar en democracia. Los resultados de las tres derechas serán una de las claves de mañana. Un sorpasso político de Republicano a Chile Vamos daría inicio a una crisis profunda del conglomerado. Y sería el triunfo del revisionismo de la derecha. Mismo proceso que se vivió en la izquierda, misma tendencia que vemos en casi todo el mundo. Aquellos que se avergüenzan de la moderación y que denuestan los acuerdos pasarían a ser protagonistas, no solo del nuevo Consejo, sino también de la política chilena.
¿Hay nueva Constitución?
Solo Kenia y Zimbabue han rechazado por plebiscito una nueva Constitución. Y ningún país ha rechazado dos veces seguidas. Así, descartado el delirante proyecto anterior, queda la última oportunidad. Mañana en la noche, con los resultados en mano, no sabremos si ello será posible, pero sí sabremos si ello será imposible. Si los números muestran una preeminencia del Partido Republicano, una buena elección del PDG y una mayoría en la izquierda de Apruebo Dignidad, prácticamente será posible dar por desahuciada la nueva Constitución. El Partido Republicano ha insistido en que no quiere una nueva Carta Magna, y la izquierda radical no entregará su principal bandera de lucha para una Constitución “similar a la actual”. La gran paradoja, entonces, es que solo los protagonistas de los mejores 30 años de Chile son quienes pueden llegar a consensuar los próximos 30 años. El resto es música.
La elección de mañana poco tiene que ver con la discusión de las reglas básicas de la convivencia, será más bien una respuesta a la actual situación por la que atraviesa el país y a las sensaciones de hoy, que son muy distintas a las de ayer. Es por eso que, tal vez, vale la pena recordar al viejo poeta Alexander Pope: “El pueblo es una fiera de múltiples cabezas”.