Fue en una reciente conferencia en Bruselas donde alguien mencionó el concepto de “política exterior extractiva” o “diplomacia extractiva” para dar cuenta de la avidez de las grandes potencias por los minerales necesarios para llevar a cabo la transición hacia economías verdes.
Viniendo de un país que cuenta con cobre, litio y algo de tierras raras, el concepto despierta más preguntas que respuestas. Pero la principal interrogante debería ser si está preparado Chile para capitalizar en el ámbito internacional el nuevo protagonismo que le otorgan estos recursos.
Potencias como Estados Unidos, China, Japón y la Unión Europea buscan sellar alianzas con productores para garantizar su acceso, en un mundo donde las cadenas de suministros son bastantes más frágiles de lo que se creía, tal como probó la pandemia y luego vino a ratificar la guerra ruso-ucraniana. La promoción de un “comercio confiable” entre países afines está a la orden del día, así como la idea de la “reducción de riegos” (de-risking) mediante la reorientación de negocios a mercados más seguros.
Tomando el caso del litio, por ejemplo, el anuncio de la estrategia del gobierno del Presidente Gabriel Boric, probablemente, debió ir acompañado de una política comunicacional destinada al extranjero y donde algunas embajadas tienen un rol clave. En torno a este elemento coexisten, nada menos, que intereses de empresas de Australia, Canadá, China, Estados Unidos y Francia.
Si bien el Gobierno ha tenido que ir aclarando en qué consiste el rol mayoritario que se le quiere dar al Estado chileno, medios como The Economist, Financial Times y The Wall Street Journal —que, convengamos, no es cualquier prensa, sino la que leen los tomadores de decisiones en distintas partes del mundo— fue más bien crítica a la hora de evaluar la estrategia. Y como sabemos, no suele existir una segunda oportunidad para causar una primera buena impresión.
Por todo lo anterior, la compresión del vínculo entre el auge energético verde y la geopolítica debiera ser un requisito para cualquier país, gobierno o empresa que quiera cosechar mayores recompensas, las que no solo serán monetarias, sino que también vendrán en términos de poder. Si se actúa estratégicamente se puede obtener un “nuevo lugar” en los mapas de interés de las potencias, en la medida que descubran que ahí donde existen recursos, también hay contrapartes decididas y seguras de su nuevo rol en el combate del cambio climático.
Urge una reflexión sobre cómo el litio y otros elementos pueden transformar el rol de Chile en el mundo, luego de lo cual vendrá el ejercicio de una “diplomacia extractiva” con todas las nuevas oportunidades que ofrece.
Juan Pablo Toro V.
Director ejecutivo de AthenaLab