Valiente Joe Biden al lanzarse a la carrera presidencial a los 80 años. En una época en que los millennials la llevan, en que la edad es un tema complicado para los que no se sienten tan viejos pero se les pasó su hora, el Presidente de EE.UU. tiene el coraje de enfrentar a sus desafiantes, pocos la verdad, y al contrincante republicano que salga de las primarias. Ojalá sea Donald Trump, dicen los demócratas, porque lo creen más fácil de derrotar, aunque la mayoría de los votantes no quiere que ni Biden (70%) ni Trump (60%) se presenten.
Lo probable es que tanto Robert Kennedy Jr. (quien más que nada tiene el nombre) como la escritora de libros de autoayuda Marianne Williamson renuncien a la carrera demócrata en poco tiempo, cuando vean que es difícil recaudar fondos para una campaña cara y larga, y las encuestas no los favorezcan. Enfrentar a la maquinaria de un Presidente no es poca cosa, pero es posible. Cuando Lyndon Johnson vio que sus posibilidades menguaban, se bajó antes de ser derrotado. Quien lo reemplazó perdió las elecciones.
Quedan varios meses para las primarias, pero el campo republicano ya está plagado de aspirantes, con Trump y Nikki Haley formalmente en campaña, mientras otros, como el gobernador de Florida, Ron de Santis, esperan el momento oportuno. Si bien Trump encabeza los sondeos, De Santis aparece como más competitivo frente a Biden en la elección general. Y ahí está la gran apuesta. Por eso, los demócratas prefieren que el contendor sea Trump: conocen sus flaquezas, ya le ganaron en 2020 y esperan que las dificultades legales que atraviesa lo perjudiquen. Como dijo un estratega demócrata, “Trump es el villano más poderoso para la campaña demócrata”.
Quienquiera esté al frente, Biden prepara su mensaje de campaña: hay que defender la democracia y las libertades que están “bajo ataque de la extrema derecha republicana que ha pisoteado los derechos reproductivos (por las restricciones al aborto), del voto y los de (la minoría) LGTBQ+”. Si en 2020 su lema era “recuperar el alma de América”, ahora, en su video de lanzamiento, dice que “no es tiempo de ser complacientes”.
Que los derechos civiles son su prioridad puede verse en el equipo que comienza a formar. Entre los escogidos hay un buen número de afroamericanos, latinos, mujeres y políticos de izquierda, con Kamala Harris como su compañera de lista. Y lo dirige la hispana que tiene el más alto cargo en la Casa Blanca, Julie Chávez Rodríguez, nieta de un legendario líder sindical chicano admirado por Biden y activista de los derechos de los latinos, muy cercana al Presidente pero sobre todo a Kamala.
El optimismo de los demócratas puede chocar con la realidad, porque los republicanos están decididos, con o sin Trump, a ventilar las debilidades del gobierno: el manejo de la economía, la inflación, la crisis de inseguridad y la cuestionada política exterior sobre China, la guerra en Ucrania y la bochornosa salida de las tropas de Afganistán. También la edad y salud mental de Biden. En la carrera por la Casa Blanca está todo por pasar.