Hablando seriamente, los comentarios y adjetivos sobre las conductas de las barras bravas ya se agotaron. Delincuentes, malandras, descerebrados, inadaptados son solo palabras vacías que ellos ni siquiera rechazan. Dos hechos de estos días muestran a una sociedad enferma de la que el fútbol no escapa.
Ellos saben lo que son y, ¡atento!, se enorgullecen de ello. Sí, señor. En estos días se tuvo lugar el funeral de un delincuente chileno con amplísima biografía o historial o currículum o prontuario poli-judicial en Chile y más países. Y en su casa se lucían fotos suyas en aquellos países. Un afiche reafirmaba el comienzo de este párrafo: “El crimen jamás te olvidará”.
A Moisés Gallardo Cornejo le decían “El Mota”.
A Carlos Díaz González lo llamaban “Guatón Carlos” y era integrante de la Garra Blanca. Un personaje inolvidable para los garreros, del cual dijeron “es sin duda un referente de su barrio desde la época escolar sobre el tablón, siempre dando una mano para los más jóvenes para cualquier bus que él organizara”.
Dos personas y casos distintos. “El Mota” estaba con arresto domiciliario nocturno en Italia y eso lo deprimió, sin que se conozcan las causas de su muerte. El “Guatón Carlos” murió baleado en una plaza de Lo Espejo por dos sujetos que se movilizaban en una moto.
Otra diferencia es que el garrero no tenía antecedentes penales y eso hace misterioso su asesinato.
Lo que no es misterioso es que la Garra Blanca decidió cumplir el último deseo del fallecido y este lunes se dirigieron hasta el Monumental para velar su cuerpo. Y aquí retorna el misterio. Juzgue usted:
En el informe público de Blanco y Negro se dice que “un grupo de unos 20 automóviles ingresó al estadio Monumental amedrentando a los guardias de seguridad”. Agrega que “los vehículos, que venían escoltados por carabineros al final de la caravana, estuvieron alrededor de 20 minutos al interior del recinto. Este hecho fue denunciado inmediatamente a Carabineros…”. Notable párrafo “informativo”. Además, declaraciones del conductor del carro fúnebre aclararon que no hubo ningún amedrentamiento, los barristas entraron libremente.
Este episodio nos indica a las claras que la situación que se vive en torno a las barras bravas es definitivamente surrealista. Hay en esto algo demencial e irreal. En la definición del surrealismo se lo define como un “movimiento literario y artístico que busca trascender lo real a partir del impulso psíquico de lo imaginario y lo irracional”.
Entonces llamémoslo así y no con los adjetivos que hemos venido usando todos estos años.
Si el barrabrava albo hubiese tenido el reconocimiento del club como un socio distinguido y se hubiera autorizado su velorio en el estadio, se habría entendido como algo justificado y romántico.
Si los familiares y amigos del “Mota” lo hubieran velado en silencio nada habría tenido algo de particular.
Lo surrealista lo pone el ambiente. La época. Nuestra época.