Chile ha sido un respetable Estado de Derecho por décadas. Imperfecto, aún con mucha pobreza y carencias, pero comparativamente digno, constitucional. La mayor parte de la humanidad no tiene mínimas garantías, la vida de millones de personas depende de la discrecionalidad de sus mandamases, como ocurre en China y Rusia o en gran parte del mundo islámico y de África e incluso en algunos países latinoamericanos. Entonces, que se nos pida a los chilenos votar con respeto en el proceso para una nueva Constitución, y que se espere de los constituyentes designados y elegidos una actitud patriótica y elevada para redactarla, sabiendo todos que está en juego la completa institucionalidad del Estado de Derecho, es lo mínimo que se puede esperar de los ciudadanos.
A pesar del estallido y de la pandemia, nadie nos ha quitado a los chilenos los conceptos de dignidad y derechos con los que nacimos, que están impresos en nuestro inconsciente colectivo y que le debemos a la historia larga de nuestra república, aunque los intenten anular algunos políticos, las mafias del narcotráfico y los delincuentes que proliferan por la desidia de muchas autoridades.
¿Y qué significa Estado de Derecho? Que todas las personas e instituciones dentro de un Estado son responsables ante las mismas leyes acordadas y divulgadas, incluidos los legisladores, jueces y líderes políticos. Es el antiguo concepto occidental desde la Carta Magna: nadie está por sobre la ley, ni siquiera el rey. Es deber de padres, profesores y autoridades recordar y difundir ese concepto básico de formación cívica.
Con un grupo fundamos Civis Chile, para ayudar a inculcar cultura cívica y liderazgos positivos en decenas de escuelas en todo Chile. Previamente, aprendimos de la experiencia danesa y de otros países que han desarrollado bien conceptos de convivencia, y no hay dos opiniones al respecto: el Estado de Derecho se construye desde la primera infancia. Todos los padres, profesores y autoridades están formando —o deformando— todos los días, con sus actitudes, a futuros ciudadanos. El Estado de Derecho requiere una actitud y mentalidad de respeto cívico.
Kant hablaba del imperativo categórico, concepto autónomo y autosuficiente —no religioso ni ideológico— que implica actuar en la política correctamente, con una profunda convicción basada en la razón, cimiento de la vida legal y en comunidad. Sería tan bueno que nuestras autoridades sintieran el imperativo categórico de imponer la ley, para que los chilenos —hoy preocupados de balazos, portonazos y narcomafias— pudiéramos dedicar más tiempo a hablar de política elevada y formación cívica, por la dignidad de nuestro país y de cada uno de nosotros.