La Roja Sub 17 terminó su participación en el Sudamericano de Ecuador de la manera más triste posible. Y no por los pésimos números que mostró en el hexagonal final (último entre seis con cero puntos, 11 goles en contra y cero a favor), sino porque el torneo le hizo ver algo que no se quería ver: Chile es el que más ha involucionado competitivamente a este nivel.
Es un hecho evidente. Incluso los que aún están lejos de convertirse en potencias —Perú y Bolivia— mostraron en este último Sudamericano que están dando tibios pasos en su evolución. Chiquititos, pero pasos al frente, al fin y al cabo.
Para qué decir de Ecuador y Venezuela, que dejaron de ser adversarios fáciles y se convirtieron en rivales a vencer, tal como lo han sido casi siempre para Chile las selecciones menores de Colombia y Paraguay.
Para qué decir de Brasil, Argentina y Uruguay. Pese a que este último tuvo un pésimo torneo y fue incluso superado por el equipo de Hernán Caputto en la primera fase, son escuadras que la mayor parte de las veces les van a seguir ganando a las nacionales no solo por mejor calidad individual, sino que también porque han entendido que a este nivel hay que prepararse como equipo estelar si se quiere competir y vender jugadores.
La realidad es que el Sudamericano enseñó que Chile está en el fondo y que cualquier esperanza de alcanzar un logro mayor —que en verdad es solo clasificar a un Mundial— depende solo del afortunado brote de una generación que pueda alcanzar el objetivo.
Nada más. Todo está sujeto a la casualidad. ¿Por qué? Simplemente porque no existe una idea, un proyecto que pueda servir de base para cambiar la historia. No hay nada. Y se requiere de algo, por poco que fuere. Aunque sea un par de esquemas escritos a la usanza antigua, en una servilleta de papel garabateada a la rápida en medio de una mesa llena de humo y café.
Eso falta. Planes. No diagnósticos como se han hecho miles de veces y que terminan siempre en obviedades como “trabajar mejor”, “invertir más”, “remecer la estructura” o “consensuar una forma de jugar”.
¿Cómo avanzar? Estableciendo cuatro ideas-fuerza que deben constituirse en pilares del necesario establecimiento de un proyecto fuerte, sustentable y permanente: detección de valores jóvenes en todo el país (scouting profesional); incentivo para seducir a entrenadores a formarse, perfeccionarse y trabajar en forma permanente en las divisiones menores; conformación de torneos nacionales (no regionales) que cubran la mayor cantidad de meses en el año, y labor constante de las selecciones tanto en lo referido a entrenamientos como en partidos amistosos que sirvan para la observación y evolución de jugadores. A partir de ellos se deriva y se llega a consensuar las formas, los acentos, lo que se hará en el corto, mediano o largo plazo.
No es mucho. O a lo mejor demasiado, en vista de lo poco que hay.
Y a lo mejor a nadie le conviene hacer tanto, porque implica gastos de energía y dinero.
Está bien. Sigan así entonces. No hagan nada.
Pero después no anden llorando por ser los últimos y los peores en un Sudamericano.