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Editorial
Lunes 24 de abril de 2023
¿“Apartheid” constitucional?
La izquierda radical se muestra empeñada en deslegitimar el actual proceso.
Intensa actividad ha desplegado quien fuera la primera presidenta de la Convención Constitucional, la académica Elisa Loncon. Usando un año sabático concedido por la Universidad de Santiago, ha visitado países y dictado conferencias en las que, junto con defender el rechazado proyecto de la Convención, ha descalificado acremente el actual proceso. Con todo, tal vez las declaraciones más polémicas hayan sido las que formuló en la Feria del Libro de Recoleta, donde cuestionó a la Comisión Experta, acusando que “nos marginaron como si [estuviéramos] en los tiempos del peor apartheid en Sudáfrica”.
Es probable que sus palabras les hayan recordado a algunos su desafortunada respuesta cuando, siendo presidenta de la Convención, una periodista le preguntó si, como en su momento Nelson Mandela —el mayor símbolo de la lucha contra el apartheid—, ella también llamaría a los miembros del pueblo mapuche vinculados a grupos violentistas a deponer las armas. “Yo no tengo el estándar de Mandela en este momento para pedir que bajen las armas”, fue su contestación.
En cuanto a sus dichos de ahora, no es claro si su cuestionamiento apuntó a la integración de la Comisión Experta, a las decisiones que esta ha tomado respecto de los pueblos originarios (ya aprobó su reconocimiento, pero la idea de establecer escaños reservados es objeto de discusión) o a la participación de esos pueblos en todo el actual proceso (formulado de modo tal que su representación sea proporcional al número de personas que efectivamente decida votar en el padrón indígena). Cualquiera sea la alternativa, evidentemente la discrepancia que pueda tener la exconvencional dista de justificar la comparación con un régimen de opresiva segregación racial y abuso como fue el apartheid. Este, por lo demás, representó la más extrema violación de principios democráticos, como la plena igualdad ante la ley, que el actual proceso busca rescatar y que, en cambio, la fallida Convención pretendió reemplazar por fórmulas que dividían a los chilenos y diferenciaban sus derechos según criterios identitarios. Esta característica de la propuesta constitucional rechazada llevó incluso a que muchos críticos observaran en ella, precisamente, el germen de una particular forma de apartheid.
Los dichos de Loncon podrían estimarse anecdóticos si no fueran reveladores de la actitud que ha asumido parte de un sector político, la izquierda radical que dominó la Convención. Lejos de cualquier autocrítica luego del abrumador rechazo a su trabajo, este grupo insiste en atribuirlo a campañas “de odio, de miedo, de mentiras”. Hay en esos discursos un antidemocrático desprecio por los votantes, que llega a lo insólito cuando, a propósito del triunfo del Rechazo entre la población mapuche, se lo explica por una suerte de colonización intelectual, fruto de la cual “algunos de nuestros hermanos y hermanas no tienen posibilidad de recuperar la manera aborigen de pensar”. Parece ya claro que esa izquierda radical intentará ahora deslegitimar el nuevo proceso, justamente porque este busca cumplir la tarea de la que ellos tempranamente desertaron: acordar una propuesta que una clara mayoría de los chilenos pueda hacer suya.