Mientras se alejan de la ciudad, Jesús les pregunta: "¿Qué conversación es esa que traen mientras van de camino?" (Lucas 24,17), y ambos estaban tan centrados en la propia tristeza que eran incapaces de reconocerlo.
Se asumen como sus discípulos: "Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado... algunos de los nuestros fueron también al sepulcro" (Lucas 24, 22-24). Para ellos, al final todo ha sido un fracaso, pero el Resucitado -con ellos- no ha fracasado y los acompaña para transformarlos.
En este tiempo de Pascua, no deja de llamar la atención que Jesús se presente resucitado solo a sus discípulos, es decir, a aquellos que han sido sus testigos y que -con sus más y sus menos- han creído en Él. Ahí están las santas mujeres, Pedro, los otros apóstoles y "se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto" (1 Cor. 15,6).
Son aquellos que han "subido con Él desde Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo" (Hechos 13,31). Esta opción de Jesús no pasa inadvertida y Judas Tadeo le pregunta directamente: "Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?" (Juan 14,22).
Late quizás detrás de esa pregunta el anhelo -bien intencionado- de una multitudinaria teofanía del "Resucitado", una aparición espectacular para que millones de personas lo pudieran contemplar. Pero la historia de la salvación recorre otro camino, su decisión "no se limita solamente a la resurrección, sino a todo ese modo en que Dios se revela al mundo. ¿Por qué solo a Abraham? ¿Por qué no a los poderosos del mundo? ¿Por qué solo a Israel y no de manera inapelable a todos los pueblos de la tierra?" (J. Ratzinger, Jesús de Nazaret ).
El Redentor no quiere arrollar con su poder exterior o imponerse con fenómenos extraordinarios, sino darnos libertad. "¡Señor, qué grande eres siempre! Pero me conmueves cuando te allanas a seguirnos, a buscarnos, en nuestro ajetreo diario. Señor, concédenos la ingenuidad de espíritu, la mirada limpia, la cabeza clara, que permiten entenderte cuando vienes sin ningún signo exterior de tu gloria" (San Josemaría, Amigos de Dios , n. 313).
Jesús se revela a sus discípulos, para que ellos sean sus testigos . Cleofás y su amigo así lo entienden, porque al darse cuenta de que es el Señor, "se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros... Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan" (Lucas 24, 33-35).
Igual como Jesús, todos vamos "a caminar con ellos" (Lucas 24,15) en este Camino de Emaús. Tú, ¿eres capaz de ayudar a otros que van desanimados y cansados?, ¿tu vida es creíble, para que tus amigos y conocidos vuelvan a Jerusalén? Con tu testimonio y tu palabra, ¿eres capaz de encender los corazones de los tuyos?... "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?" (Lucas 24,32). ¿Tienes formación para explicar con autoridad las Escrituras a tus hijos, a tus nietos? ( ibid .).
Jesús está en el cielo y ahora se manifiesta a través de sus discípulos. Tú y yo somos el camino ordinario de la evangelización y los demás se fiarán de nuestro testimonio. Ahora comprendemos con Judas Tadeo que tenemos que "caminar con ellos" (Lucas 24,15), llevar a tus amigos y parientes, porque cuentan contigo y con tu testimonio para encontrar a Jesús en su vida ordinaria de todos los días . Aquí, todos participamos, esto es verdadera sinodalidad, hacer la misión juntos como Pueblo de Dios... No lo defraudemos.
"Y se dijeron el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las escrituras? Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros...".(Lucas 24, 32-33)