De lejos, así Chile mira el desarrollo. Los optimistas creen que el país aún tiene una patita en la pisadera de esa micro, aferrándose con todo a la aspiración. Los pesimistas consideran que la micro partió hace rato, dejando a un país entero en el paradero de la frustración. La invitación hoy es a que usted evalúe, en base a algunos datos, las dos opciones.
Reparemos primero en dónde estamos. Las cifras son claras. Si tomamos las proyecciones del Banco Central, el PIB per cápita de Chile habrá crecido menos de un 9% desde el 2014 hasta el 2025. ¿Qué tan flojo es eso? Bueno, en 11 años la expansión total habrá sido inferior a la que se producía cada dos años en el gobierno del presidente Lagos. ¡Para llorar! Es el costo de crecer un 2% promedio anual durante una década.
Ahora, si sospecha que largos estancamientos no son la excepción en la historia, tiene razón. La información disponible desde 1960 indica que más de un 70% de los países experimentó períodos para el olvido de igual o peor magnitud al nacional. Pero si nos restringimos a aquellos que, con similar nivel de ingreso al de Chile en 2014, tuvieron un frenazo equivalente, el porcentaje cae a cerca de 10%. Esa es una mejor comparación. Y a la fecha, ¿cuántos de esos salieron del pantano? Poquitos: Alemania, Arabia Saudita, Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Nueva Zelandia, Países Bajos, Reino Unido y Suecia. Grupo conspicuo. Exacto. ¿Podrá Chile entrar a él? Esa es la pregunta del millón.
Pero quizás la preocupación por la década pasada sea una exageración. “Fue resultado de incontrolables circunstancias”, planteará un optimista. Ok, pero igual inquieta nuestro deterioro institucional documentado por rankings que miden desde el derecho de propiedad hasta la estabilidad política. Tampoco ayuda el mayor endeudamiento fiscal. De hecho, las tres más importantes agencias de calificación de riesgo del mundo (Fitch, Moody's y S&P) han bajado la nota al país desde el 2016. Y para qué hablar de la inseguridad o la catástrofe educacional.
Todo lo anterior puede parecer paradójico frente al creciente interés de inversionistas internacionales por el país. “Chile está barato”, se dice. ¿Respecto de qué? Ojo con la respuesta. Una cosa es que nos vean como desde donde saldrá la siguiente gran idea y otra, muy distinta, es ser un garage sale.
Afortunadamente, la clase media ya entiende lo que está en juego, por eso su tensión y desilusión. Tal conciencia debería ocupar al político sensato y despabilar al empresariado aún confundido de su rol en la sociedad. De ser así, el tiempo corre a favor de acuerdos, pero de esos pragmáticos, con metas y sentido común. Los otros, impulsados desde la ideología sin resultados, no deberían ver la luz (lo del litio es un grave error, pero esperemos otro cambio de opinión).
¿Muy ingenuo? Me disculpa el cliché, pero la esperanza es lo último que se pierde. Aunque sea gracias a un dedo chico apoyado apenas en una resbalosa pisadera, si el país sigue a bordo de la micro camino al desarrollo hay que dar la pelea. ¿Cómo lo ve usted?