El momento álgido de retiros masivos de bancos americanos y europeos ha quedado atrás. En un día se llegaron a registrar retiros equivalentes a US$ 10.000 millones en una sola institución. Como parte del proceso de estabilización, los accionistas de los bancos afectados perdieron toda su inversión y ciertos tenedores de bonos también. Sin embargo, los depositantes en general no sufrieron impactos, dada la disposición de los bancos centrales a proveer liquidez.
Las consecuencias políticas de lo ejecutado por los gobiernos están recién aflorando. Para la secretaria del Tesoro americano, lo sucedido demuestra que se requieren más facultades de control. Y los críticos de su gestión señalan que la autoridad no actuó, a pesar de que tenía toda la información necesaria. Más aún, le indican que se apresuró a ayudar a los simpatizantes y generosos aportantes de la causa progresista.
Pero si bien el momento crítico quedó atrás, los efectos de la crisis financiera están todavía por conocerse. La menor capacidad y mayor prudencia en el otorgamiento de créditos tendrá un impacto “hoy todavía incierto” en el desenvolvimiento de la economía.
Ello ha llevado a los principales bancos centrales de países desarrollados a moderar, pero no a detener el ritmo de incremento de tasas de interés en que estaban embarcados para contener la inflación. Desgraciadamente, para ellos el efecto negativo de políticas muy expansivas seguidas en los últimos años está aún presente. Por momentos parecían querer lograr que, mientras se detenía gran parte de la actividad económica por orden de los gobiernos, la población no sintiera las consecuencias simplemente en base a una expansión fiscal y monetarias desmesuradas.
Actualmente deben considerar que la brusca reversión de su estrategia, subiendo aceleradamente la tasa de interés, puede generar desequilibrios financieros y en el extremo hacerles perder el control que creen tener en el proceso de ajuste que está en curso.
En efecto, si bien a primera vista el IPC americano de marzo fue una buena noticia, bajó de 6% a 5% en 12 meses respecto a febrero, si miramos el IPC “core” vemos una leve alza a 5,6%, valor muy por encima de la meta de una inflación aceptable. Más aún, el empleo se mantiene dinámico —la tasa de desempleo estabilizada en 3,5%—, los consumidores están dispuestos a gastar, y aunque las manufacturas muestran cierta debilidad, el crecimiento anualizado desestacionalizado del primer trimestre podría empinarse sobre el 3%. Por ello, la Reserva Federal proyecta que, para moderar la inflación, la economía deberá entrar en una recesión moderada en los últimos trimestres de este año.
Afortunadamente para el mundo, China está en vías de compensar ese proceso dado el fuerte rebote por el término de su estrategia anticovid. Es posible estimar que el primer trimestre su economía creció en más de 10%. Más allá del corto plazo, conviene recordar que el trabajo es todavía un valor en ese país. Muchos utilizan el concepto del 996, que implica trabajar de 9 a 9, por 6 días a la semana. Europa está recuperándose de los efectos de la reciente restricción energética y si la guerra en Ucrania no toma un rumbo inesperado, también debería ser un factor que ayude a compensar una posible recesión en Estados Unidos.
La situación patrimonial relativamente sólida del sector privado le ha permitido sortear con pocos sobresaltos el radical cambio de dirección de política monetaria. Pero la posición de los gobiernos se ha debilitado enormemente en estos últimos años. Las deudas sobre el producto han tenido bruscos incrementos. Con tasas de interés muy bajas o negativas era manejable, pero el nuevo nivel de tasas de interés, aun cuando en algo se moderará, genera un escenario complejo para los próximos años. Los actuales conflictos políticos de Francia pueden ser una antesala de lo que pueda ocurrir en muchas latitudes en el futuro mediato.
Chile tiene una economía flexible y competitiva, que le permite ajustarse a los ciclos mundiales. El cambio en las cuentas exteriores es notorio. El déficit en cuenta corriente del año 2022, cercano al 9%, está disminuyendo aceleradamente. A marzo el superávit comercial, por el comportamiento de las exportaciones y la fuerte compresión de las importaciones, superó los US$ 10.000 millones en 12 meses. Las proyecciones de un déficit en cuenta corriente de 4% este año son, por lo tanto, perfectamente alcanzables. El consenso respecto de la trayectoria de producto para este año está convergiendo a un crecimiento nulo o levemente negativo.
Sin embargo, la inflación, como se esperaba, se muestra más rebelde. En marzo alcanzó 11,1% en 12 meses. El mismo Banco Central la estima en 4,6% y en 6,9%, excluyendo los precios más volátiles para fines de este año. No es de extrañar entonces que la institución visualiza un período más largo para comenzar a moderar su Tasa de Política Monetaria.
Pero si bien los hechos confirman la todavía sólida base del aparato productivo chileno y de las instituciones fiscales y monetarias, en el campo de la política la situación sigue siendo fuente de incertidumbre. El mayoritario rechazo de la propuesta de Constitución despejó dudas en lo inmediato y ha dado tranquilidad a los agentes económicos. Pero la visión política que estaba detrás de esa propuesta, encarnada hoy en el Gobierno, sigue vigente y hace difícil que sus dichos tengan credibilidad. En dos semanas la ciudadanía elegirá a quienes deban presentar una nueva propuesta utilizando una base que ya está en elaboración por la Comisión Experta. Pero cualquiera sea la Constitución, si hay una responsabilidad primordial de un gobierno, ella es mantener el orden público. Sin él no hay seguridad ni derechos para los ciudadanos. La historia muestra cómo cuando el orden se debilita surgen grupos organizados que crean su propia ley y usan la fuerza para que se cumpla.
¿Por qué ha sido entonces tan difícil para el Gobierno tomar una posición clara al respecto? No es posible conocer lo que ocurre en la cabeza del Presidente Boric, pero sí ver qué han dicho y hecho él y quienes lo acompañan. Hay claramente un sector, la izquierda organizada, para quienes el desorden es inaceptable, pero que les es útil para alcanzar el poder total. Cuando lo logran actúan con firmeza contra quienes en algún momento les facilitaron la tarea. Los inmigrantes venezolanos que arrancaban del totalitarismo de Chávez son un aporte para Chile. Los delincuentes que salieron a buscar nuevos horizontes cuando Maduro decidió deshacerse de ellos, son otra cosa muy distinta.
Existe otro sector, más ingenuo quizás, que cree que la existencia de los delitos se explica por la estructura económica y social. Piensan que cambiándola, las acciones delictivas desaparecerán y la sociedad viviría en una paz utópica. Quizás sea la explicación de muchas propuestas incomprensibles de la Constitución rechazada, si es que hay quien lo haya planteado sinceramente y no por cálculo político electoral. Si el Gobierno no actúa decididamente y con efectividad, sea porque la realidad de su coalición no se lo permite o simplemente por convencimiento, el destino de Chile será el declive que ya vivieron áreas de México y otros países de la región. No tiene sentido especular en cómo se sigue desde ahí.
Pero la importancia de esta visión ideológica del Gobierno no termina allí. El país decidirá este año sobre su nueva Constitución. La ciudadanía parece convencida de que la propuesta no puede ser muy extravagante y, de serlo, se rechazará. Pero no conviene estar demasiado confiados. El Gobierno tiene mucho poder e influencia y es muy posible que en el proyecto de Constitución permeen elementos que terminen llevando al país por el camino trágico de Latinoamérica. El continente de la eterna esperanza y la permanente decepción.