Corre 1627. Han pasado 30 años desde la cuarta guerra religiosa en Francia, pero el recelo entre católicos y protestantes sigue vivo y es alimentado por conspiradores de ambos bandos, muchos incrustados en la misma corte de Luis XIII (Louis Garrel). Su esposa, Ana de Austria (Vicky Krieps), está en el centro de las intrigas, debido a un antiguo romance con el duque de Buckingham (Jacob Fortune-Lloyd), líder de los protestantes ingleses.
El rey quiere evitar una nueva guerra religiosa. Su principal asesor, el cardenal Richelieu (Eric Ruf), quiere precipitarla. En ese ambiente tormentoso llega a París el joven gascón Charles D'Artagnan (François Civil), decidido a unirse a los mosqueteros del rey. En su primera mañana en la ciudad tiene encuentros accidentales con los famosos tres mosqueteros a los que se unirá por la corona: el noble Athos (Vincent Cassel), el forzudo Porthos (Romain Duris) y el jesuítico Aramis (Pio Marmaï).
En cosa de horas, los cuatro se ven envueltos en un incidente privado y trágico: el momento en que la reina debe romper para siempre con Buckingham, lo que no es suficiente para impedir una celada bien urdida por el cardenal Richelieu y su aliada más astuta, Milady de Winter (Eva Green). Este personaje, Milady, es otra historia.
Y esa historia ya está filmada. Se titula Los tres mosqueteros: Milady y será estrenada a fines de este año. Ambas películas fueron rodadas en conjunto, durante cinco meses, con el mismo equipo de técnicos y actores. Esta no es solo una operación de economía de escala, sino también una expresión de confianza en el material, a pesar de que desde 1903 la trama ha sido adaptada para el cine más de 70 veces, sin contar series ni miniseries.
Del mismo modo, parece ser el síntoma de un momento de autoafirmación del cine francés: rara vez se emprende una producción de esta magnitud si el conjunto de la producción nacional no pasa por un período de reciedumbre y fe en sí misma. El reparto de galanes y estrellas locales rezuma la misma convicción.
Esta versión de Los tres mosqueteros es bastante fiel al tríptico literario de Alexandre Dumas, solo que su énfasis visual no está en el desarrollo de los personajes, sino en el despliegue físico, de los actores desde luego, pero sobre todo de la cámara, que asume una movilidad que cabe llamar gimnástica, como se aprecia en la secuencia de lucha de los mosqueteros contra la guardia del cardenal.
Esta es la apuesta del cineasta Martin Bourboulon: planos largos, espacios amplios y un virtuosismo fílmico que se mira a sí mismo. No importa mucho dónde queda todo el resto.