El cumpleaños número 40 de Claudio Bravo (13 de abril de 1983) reflotó la discusión en redes sociales sobre el lugar que le corresponde al portero de Betis en la historia del fútbol chileno. Y una mayoría significativa lo situó en lo más alto del podio, como el mejor de todos los tiempos.
Si el asunto se zanjara solamente por el acopio de números, por los títulos obtenidos, por los hitos marcados o por el currículo, Bravo arrasa con todos sus predecesores: fue bicampeón de América, bimundialista, monarca en España, en Inglaterra; atajó en los mejores clubes del mundo (el Barcelona de Messi incluido), indiscutido en la Roja durante casi 20 años y un largo etcétera de atributos ampliamente difundidos y reconocidos.
Es, sin duda, el arquero nacional más exitoso de la historia, pero no necesariamente el mejor dotado técnicamente. Amén de protagonizar una de las mayores vergüenzas que recuerde el fútbol chileno: el escándalo del “Maracanazo” en las eliminatorias para Italia 1990 que apagó su carrera de golpe y opacó su vida para siempre, hay una generación que no volvió a ver un meta con las cualidades de Roberto Rojas. Era espectacular, inigualable bajo los tubos, rápido, con reflejos de gato montés, muy seguro y siempre determinante: era habitual que lo eligieran la figura en los partidos del equipo nacional.
Técnicamente —solo técnicamente se reitera, porque no es una valoración ética de su recorrido—, el “Cóndor” debe ser el arquero más notable que voló en los pastos nacionales, aunque lógicamente sus logros deportivos fueron muy inferiores a los de Bravo. Y eso que Rojas fue un aventajado para su época, porque partió a Brasil (São Paulo) cuando era muy difícil emigrar al exterior para los jugadores chilenos y doblemente complicado para los porteros.
El criterio de comparación debe considerar todas las variables. No solo los datos evidentes. De lo contrario, no habría debate y violentaría la subjetividad que siempre tienen las opiniones futboleras.
Y corre para la elección en cualquier puesto. Por ejemplo: ¿cuál fue el mejor delantero que tuvo Chile en su centenaria historia? Los números indican que nadie se acerca a los laureles de Alexis Sánchez, el mayor artillero de la selección (52) y el único futbolista de la “Generación Dorada” que sigue brillando en la élite mundial.
¿Pero es el mejor Alexis? Está dicho: no se trata solo de lo que revelan las estadísticas. Por qué no premiar el control de balón, la rapidez mental y el olfato de Marcelo Salas. O el mérito de Iván Zamorano y sus brincos proverbiales. Los más otoñales incluirán a Leonel y a “Cua Cua” Hormazábal, y otros vamos a sostener hasta la muerte que no hubo ninguno como Carlos Caszely con la pelota en los pies.
Elegir el mejor es un ejercicio espontáneo, enraizado en la naturaleza competitiva de todas las disciplinas deportivas. Es humano comparar. Y entretenido también. Sin embargo, el juicio final puede ser injusto y hasta equivocado cuando no considera el contexto, las circunstancias históricas y una multiplicidad de factores que afectan la altura que puede alcanzar la carrera de un atleta de élite.
Más aún en el fútbol, por su carácter eminentemente colectivo, en que los logros personales son imposibles sin la colaboración, la complicidad y el talento de los demás. Por eso la suerte también es un factor basal: los compañeros los elige el destino. Una pregunta final para ejemplificar: ¿Pelé habría llegado a ser lo que fue sin sus coequipos de Brasil en Suecia 58 y México 70? Lo más seguro es que no. ¿O sí? La discusión no tiene fin...
Felipe Vial
Editor de Deportes