En la más reciente videoconferencia entre Volodimir Zelenski y Gabriel Boric, ambos presidentes establecieron la necesidad de que América Latina forme un frente común ante la invasión de Rusia en Ucrania. ¿Será Boric capaz de aunar apoyo regional tras la causa de Kiev? La respuesta probablemente sea no, y la razón es el fantasma del no alineamiento que se cierne sobre el hemisferio sur.
Durante la Guerra Fría, la idea de que las naciones en vías de desarrollo corrían mejor suerte si no se alineaban formalmente con los bloques capitalista ni comunista ganó muchos seguidores. Pero incluso entonces, los países no industrializados se convirtieron en suelo fértil para las guerras de poder entre Estados Unidos y la Unión Soviética, lo que hizo que autócratas y demócratas de la época se abanderaran para asegurar la continuidad de sus propios regímenes.
El actual movimiento de países no alineados desea convertirse en una alternativa a la competencia de las superpotencias. El no alineamiento comparte un discurso común que condena la supuesta hegemonía occidental en los asuntos mundiales. Pero estas narrativas son frágiles e incluso muchas veces peligrosas. Tales ideales han alimentado mitos como el que Washington orquestó el “golpe” de 2014 contra Viktor Yanukovich, o que la OTAN incitó a Rusia hasta el punto de llevarlos a una guerra contra Ucrania.
La idea de permanecer neutral es conveniente, pero conlleva a políticas exteriores inconsecuentes. Países como Brasil y México han culpado a ambos bandos de la guerra, presentando sus propios planes de paz. El gobierno de Kiev desconfía de los discursos “pacifistas”, que según el mismo Zelenski benefician a los rusos.
El actual campeón del no alineamiento es Brasil, que desea establecer un club de la paz para mediar en la guerra. Tras finalizar su visita de Estado a China, Lula da Silva y Xi Jinping probablemente extiendan membresía a otros Estados como India, donde el no alineamiento es popular gracias al legado de Pandit Jawaharlal Nehru, uno de los fundadores del movimiento.
Los países no alineados quieren lograr una paz sustentable y eso es encomiable. Representan dos tercios de los Estados miembros de las Naciones Unidas, un equivalente al 55% de la población mundial. Sin embargo, muchos de los autoproclamados mandamientos de los no alineados son difíciles de defender incluso para las naciones que dicen no querer intervenir en guerras extranjeras.
Es simplemente inaceptable abogar por el derecho a la autodeterminación, el desarme, la protección de los derechos humanos y condenar la destrucción de sitios culturales, patrimoniales y civiles mientras se hace vista gorda a los hechos infames de Rusia en Ucrania.
El movimiento no alineado está en gran medida contaminado con arquetipos que lo convierten en un actor menos creíble a nivel internacional. Sus presidentes más recientes han sido Cuba, Egipto, Irán, Venezuela y Azerbaiyán. Aparte de este último, el único otro Estado europeo miembro del movimiento no alineado es Bielorrusia, la antigua república soviética que está ayudando activamente a Moscú a librar la guerra.
Con Lula rindiendo homenaje al no alineamiento, su reputación como mediador de la paz está en entredicho. La asociación entre Lula y Xi es igualmente un callejón sin salida. El líder chino no ha llamado a Zelenski ni una sola vez y ha prometido una amistad a largo plazo con Rusia. En último caso, Brasil y China podrían ser llamados a desempeñar el papel de garantes simbólicos para un posible proceso de mediación, pero serían solicitados por la parte rusa.
España, que está a punto de asumir la presidencia de la Unión Europea, está mejor capacitada para preparar al gobierno ucraniano ante una posible negociación. Los españoles han sido lo suficientemente claros al decir que deben ser los ucranianos quienes “pongan las condiciones” para cualquier acuerdo de paz.
¿Sería de todas formas una victoria para los no alineados el establecimiento de cualquier forma de diálogo entre las partes en conflicto? Intelectualmente, tal vez. Pero considerar el no alineamiento como una posición neutral, justa y distante es simplista e incompleto, y puede llevar a otros gobiernos a una comprensión errónea de las motivaciones detrás de esta postura.
Carlos Solar
Doctor en Ciencia Política e investigador sénior del Royal United Services Institute en Londres.