Una relevante sintonía ha conseguido la franja política televisiva de cara a la elección de consejeros constitucionales del próximo 7 de mayo. En sus primeros días de emisión, el rating supera los 28 puntos, lo que da cuenta de una audiencia significativa para los actuales niveles de la TV abierta.

Según las mediciones, el segmento que muestra más interés por el espacio son los mayores de 50 años, quienes representarían en torno a un 57 por ciento del público que ha visto la transmisión, en contraste con los jóvenes (18-34 años), quienes corresponderían solo a un 12 por ciento del total.

La relativamente alta audiencia televisiva coexiste con lo que parece un bajo interés de la ciudadanía por esta elección, según muestran los sondeos de opinión, en lo que puede parecer una paradoja. Con todo, el fenómeno puede encontrar parte de su explicación en las características del actual proceso, que han reducido los márgenes de incertidumbre y con ello le han restado también dramatismo.

Respecto de los espacios que en esta franja han presentado los diferentes pactos, prima hasta ahora una factura más bien tosca, con mensajes confusos y difíciles de distinguir. La seguridad, sin duda, es el protagonista principal, pero sin que se planteen grandes propuestas al respecto. En rigor —y este es tal vez el mayor vacío de la franja—, dista de quedar claro cuál es el proyecto constitucional que cada bloque promueve ni lo que espera del proceso.

En el caso de los pactos de oposición, sí hay una fuerte crítica al estallido social, una exaltación del triunfo del Rechazo en el plebiscito de septiembre pasado y duros cuestionamientos a la gestión del Gobierno. En las dos listas oficialistas, por el contrario, resulta más difícil encontrar un contenido unificador. En la franja de Todo por Chile (PPD, DC y PR), el tema central es la idea de “cambio con moderación”, a lo que se agrega un largo listado de candidatos que alcanzan a decir unas pocas frases. En el espacio de Unidad para Chile (PS-Apruebo Dignidad), en tanto, pese a constituir el corazón del oficialismo, prácticamente no existe un mensaje común entre los distintos conglomerados, lo que transforma su franja en una suerte de collage de candidaturas, dificultando al extremo hallar un denominador compartido.

La experiencia de anteriores procesos ha mostrado que las franjas pueden jugar un papel relevante, como ocurrió en la elección de convencionales, que catapultó a la Lista del Pueblo. La misma experiencia, sin embargo, muestra que estos espacios pocas veces son aprovechados para transmitir contenidos de fondo, más allá de consignas que incluso —como también sucedió en aquella elección— pueden terminar desvirtuando el sentido de lo que está en juego. Con todo, sí contribuyen a identificar al menos los domicilios políticos correspondientes a las distintas alternativas.

Es de esperar, en cualquier caso, que los resultados de esta elección sean asumidos sin ambages por los distintos sectores y no se repitan intentos, como el que se vio por parte de la izquierda en el último plebiscito, de atribuir su derrota a las supuestas fake news o a la “ignorancia del electorado”.