Citado a la audiencia de formalización por 35 cargos por falsificación documentaria, Donald Trump aterrizó esta semana en Nueva York. Desembarcó de su propio avión, pintado con su apellido en enormes letras. La aeronave, para más de cien pasajeros, es similar a las que transportan a los presidentes de Estados Unidos en viajes domésticos. Alojó en su departamento, en la Quinta Avenida, en la torre de pésimo gusto a la que, como buen narciso, también le puso su apellido. Al siguiente día, se trasladó al juzgado, recorriendo la ciudad con una comitiva y dispositivo de seguridad equivalente al que protege a los mandatarios norteamericanos en ejercicio.
Durante el mes anterior, la prensa no demostraba interés por cubrir las actividades del expresidente. Hasta el canal Fox, que antes lo promovió, lo ignoraba. Ahora, en cambio, al concurrir al juzgado, concentraba la atención de la prensa mundial, lo que ciertamente debió ser de su mayor agrado.
La audiencia se extendió por no más de 15 minutos. Menos tomó el siguiente humillante trámite de fotografiarlo y registrar su huella dactilar para su flamante prontuario criminal.
Durante la formalización, Trump fue dócil, respetuoso del juez y del fiscal. Apabullado, apenas expresó unas 10 palabras, dos para declararse inocente.
De regreso en Florida renació el verdadero Trump, con un odioso discurso, insultante, despreciativo de sus opositores y de la justicia. Sus palabras, cargadas de falsedades, contradichas por “hechos alternativos”, método así bautizado por Kellyanne Conway, su jefa de campaña, encargada de desmentir los excesos de su superior.
Todo este barullo proviene de la acusación de fraude en la contabilización, como honorarios de abogado, del pago para comprar el silencio de una actriz de películas pornográficas, a quien el Washington Post, en línea con el puritanismo y lo políticamente correcto, prefiere llamar “actriz de cine para adultos”, con quien Trump habría tenido relaciones sexuales 18 años atrás. El discutible delito surge porque el pago fue reembolsado a su abogado durante la campaña presidencial del 2016.
La prensa, en gran parte sin desearlo, y la curiosidad de una trama que mezcla sexo, abogados y política terminan favoreciendo a Trump, que por ahora sube en las encuestas, aumenta la recaudación para su campaña, alegrando la candidatura y reelección de Joe Biden, esperando enfrentar al peor candidato de los republicanos. En pocos meses, todo debería cambiar.
Trump, al despegar desde Florida a Nueva York, difundió un tuit afirmando que le parecía surrealista la audiencia de formalización. Esta vez parece que a Trump se le ha sorprendido diciendo la verdad. El martes pasado fue un día surrealista.