La Confederación de Estudiantes de Chile (Confech), que agrupa a distintas organizaciones estudiantiles de las universidades chilenas, acaba de formular un petitorio para el año 2023 que lleva como sugerente título, “Demandas para un nuevo Chile”. El documento comienza señalando: “Nosotras, nosotres y nosotros… nos dirigimos a las autoridades educativas y políticas del país con un petitorio que busca impulsar cambios significativos en la educación pública chilena”. Luego enumera diversas “exigencias” en campos muy variados, pero comenzando con el tema de Memoria y Derechos Humanos y concluyendo con la Crisis Climática. También dedican una parte del documento a exigencias sobre asuntos que constituyen propiamente preocupaciones estudiantiles, tales como el financiamiento, el bienestar estudiantil y el género y la sexualidad.

Las peticiones de los estudiantes no guardan relación alguna ni con los dilemas que enfrenta la educación de cara al siglo XXI ni tampoco con el ambiente político que se vive en el país. Así, por ejemplo, el actual proceso de elaboración de una nueva Constitución es caracterizado como un acuerdo “que fue negociado entre cuatro paredes, entre los partidos políticos tradicionales y alejados completamente de la ciudadanía y organizaciones sociales que dejaron los pies en el territorio”.

Es sorprendente la variedad de temas que abordan los estudiantes, tanto como lo son sus propuestas o exigencias, no todas las cuales se entienden fácilmente. Por ejemplo, en cuanto al transporte público, señalan que “es impresentable que se destine un 50 por ciento de recursos para las regiones fuera de la RM”. Pero no se entiende si la norma actual la consideran como un exceso de generosidad con las regiones o, por el contrario, una muestra de egoísmo santiaguino. Otras de las propuestas también dejan dudas respecto del verdadero sentido de las peticiones, las que incluyen hasta un cuestionamiento a que las horas de la Jornada Escolar Completa en los colegios sean destinadas a preparación en lenguaje y matemáticas. Abundan, además, exigencias que podrían calificarse de controversiales, como las de “jornadas de concientización obligatorias” en relación con los 50 años del golpe de Estado en las universidades, las semanas de “pausa académica como método para el cuidado y bienestar del estudiantado”, los baños universales, los títulos universitarios en lenguaje neutro, la paridad en las plantas docentes o la elección universal y triestamental de las autoridades universitarias.

Debiera ser motivo de preocupación para el país que los dirigentes estudiantiles que elaboraron y redactaron este petitorio puedan mostrar tanta liviandad en sus planteamientos. Si estos son los líderes de las universidades chilenas, algo no está funcionando como se espera. Es posible que sea el desinterés de una mayoría de jóvenes el que deja el campo despejado para que asuman otros, quizá no los mejores estudiantes. Lo que ha ocurrido en la Universidad de Chile, donde no se ha podido elegir una directiva desde hace años por la falta de interés en las votaciones, podría corroborar esta visión. Pero también es posible que la educación que han recibido los jóvenes hasta ahora no esté cumpliendo con la tarea formadora que debiera tener y que, a estas alturas, tratándose de estudiantes universitarios, cabría esperar mayor rigor y capacidad de análisis de asuntos complejos.

La organización afirma que ella tiene una larga tradición, pero justo sería exigirles a los estudiantes que conocieran mejor la historia de las organizaciones estudiantiles, pues pareciera que los jóvenes de otras épocas tenían mejor comprensión de los desafíos que enfrentaba el país. Su capacidad de análisis, así como su compromiso con el progreso de Chile parecían ser más profundos que los que demuestran actualmente los dirigentes estudiantiles.