No fue sorpresa para nadie que los 470 candidatos para ocupar los 470 escaños de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba fueran elegidos en las elecciones de hace una semana. Cómo iba a ser de otra manera si los cubanos y el mundo saben que no hay más opción que el Partido Comunista, la “fuerza política superior” del sistema, y que quienes estaban en la papeleta fueron designados a dedo por organizaciones ligadas al PCC.
Los nuevos “parlamentarios” tendrán como primera tarea reelegir al Presidente Miguel Díaz-Canel, a pesar de que su gestión no ha mejorado un ápice la vida de los isleños. Por el contrario, la crisis económica, la pandemia y las arbitrarias medidas del gobierno los han hecho más pobres y vulnerables. Por algo, 270 mil cubanos emigraron el año pasado a EE.UU., escapando de la escasez y la represión. Pero Díaz-Canel (que el día antes de votar estuvo en la Cumbre Iberoamericana desplegando su discurso antiyanqui, siendo el único dictador presente) tiene el respaldo total de Raúl Castro, y mientras el anciano general sea el legitimador de la dirigencia, no hay que soñar con ver cambios. Seguirán las reformas económicas impulsadas por el hermano de Fidel, que introdujeron incentivos capitalistas al agónico socialismo caribeño, inútiles para revertir el fracaso de 64 años de “revolución”.
Si Díaz-Canel no ha mejorado la economía, sí ha perfeccionado el control de disidentes, opositores o simples cubanos hastiados de los abusos. Después de la ola de masivas protestas iniciadas en julio de 2019, que dejaron cientos de detenidos y condenados, las fuerzas de seguridad aumentaron la vigilancia y la persecución, ampliando su radar a la internet, herramienta clave para luchar contra el régimen.
Para estas elecciones, los activistas prodemocracia llamaron a la abstención, como repudio a la farsa electoral, pero fueron neutralizados o simplemente arrestados. Para el gobierno era clave la participación y, según sus cifras, 75 por ciento de los cubanos sufragaron, un porcentaje alto, pero menor al de las legislativas de 2018. Los opositores sostienen que los locales estaban casi vacíos, por lo que cuestionan esos datos, pero no tienen cómo demostrarlo.
Nada de eso les importa a los defensores de Cuba, incluidos los chilenos. El Presidente Boric, que fue admirador de Fidel, pero en campaña criticó la falta de libertades en la isla, hoy condena la dictadura de Nicaragua, no así la de La Habana. Y aunque no se ha oído a los comunistas criollos pronunciarse sobre las seudoelecciones, su cercanía con el régimen es evidente. En octubre pasado, Lautaro Carmona, al visitar la isla, dijo que “es una inyección de energía”. En enero, para el 64 aniversario de la “revolución”, el PC reafirmó “su solidaridad” y deseó “éxitos en la lucha por la defensa de la soberanía y la construcción del socialismo”. Probablemente, en estas elecciones, Nicolás Maduro los interpretó al decir que su país “celebra con júbilo la heroica demostración del pueblo cubano… que ratifica su firme y vigoroso apoyo al proyecto revolucionario”. Sería bueno saber si están de acuerdo con eso.