Señor Director:

La subcomisión de régimen de gobierno del Comité de Expertos, para disminuir el número de partidos, habría acordado introducir en la nueva Constitución la barrera legal (3-5%) y hacer coincidir las elecciones parlamentarias con la segunda vuelta.

Coincido con la primera propuesta, que existe en varias democracias (Alemania, Suecia, España, entre otras), pero discrepo de la otra. La segunda vuelta es ajena a la tradición constitucional de Chile, pues fue introducida por la Constitución de 1980. Es un legado de la dictadura. No ha sido un mecanismo beneficioso. La segunda vuelta fabrica una mayoría transitoria. Los votantes de los candidatos de la primera vuelta que no pasan a la segunda están forzados a votar a favor de uno de los dos candidatos; algunos lo hacen como mal menor y otros, contra uno de ellos. La adhesión popular se desvanece al poco tiempo.

Sebastián Piñera fue reelegido Presidente en 2017 en segunda vuelta con 54,6% de los votos, habiendo recibido 36,6% en la primera. Desde que entró a La Moneda comenzó a perder apoyo popular, llegando al 30% antes del estallido social.

Un desarrollo político similar ha ocurrido con el actual mandatario, con un deterioro más rápido de su popularidad.

Soy partidario de restablecer la elección del Presidente por el Congreso Pleno cuando ninguno de los candidatos obtiene la mayoría absoluta. Este mecanismo está consagrado en el art. 64, inc. 2 de la Constitución de 1925 y permite la formación de una mayoría estable. En las elecciones de 1958, Jorge Alessandri, candidato independiente de derecha, recibió 32,1%, y fue elegido en el Congreso Pleno con votos de liberales y conservadores que lo habían apoyado y del partido Radical. Este, además, lo apoyó en el Congreso, pues el mandatario estaba en minoría. Tres años después, cuando perdió el tercio parlamentario que le permitía vetar los proyectos de leyes impuestos por la oposición, integró al PR al gabinete y pudo terminar bien su mandato.

Carlos Huneeus