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Cartas
Jueves 30 de marzo de 2023
Jaque mate
Señor Director:
Vale la pena reparar en la diferencia entre pedir disculpas y pedir perdón. Por ejemplo, si por una falla inesperada en el metro, alguien llega tarde a una reunión, lo correcto es pedir disculpas a quienes dejó esperando. No existió intencionalidad, la ofensa no fue su responsabilidad. Sin embargo, si el atraso fue producto de su negligencia (se durmió u olvidó la hora), la persona es responsable y, entonces, debe pedir perdón.
En todos los ámbitos de la vida la distinción importa, pero quizás en política importa más. Frente a un evento negativo de responsabilidad humana, el público demanda explicación a la autoridad. El político enfrenta las dos opciones. Disculparse, asignándose así solo un saldo administrativo (en otros recaerá sanción). Pedir perdón, reconociendo total responsabilidad. Obviamente, siempre preferirá la primera alternativa.
Ahora, existen ocasiones en que cualquiera sea la opción tomada, el público insistirá. Ante la disculpa, el electorado se preguntará: ¿No estaba la autoridad metida en el asunto? Y, de ser así, ¿cómo que no era su responsabilidad? Y ante el perdón: ¿Quién se hace cargo del costo que la sociedad pagó por el error? El político queda en una situación delicada.
Ese parece ser el callejón (sin salida) en que se encuentra parte de una joven generación de políticos, obligados por los hechos a sincerar su visión y acción respecto de la violencia de no mucho tiempo atrás. Ante el drama que no para, el silencio ya no es opción. Enfrentan algo similar a ese antiguo dilema del acuchillado: si sacan el cuchillo, lo matan; si lo dejan, se muere.
Será necesario observar cómo las futuras clases dirigentes evitarán un autopropinado jaque mate de esta magnitud. Esa es la gracia de los incentivos que impone una democracia. Una disculpa o un perdón, aunque sea forzado y políticamente costoso, contribuye a que las nuevas generaciones no cometan el mismo error.
Sergio Urzúa
U. de Maryland y Clapes-UC