Las columnas de Edgardo Marín y Felipe Vial, publicadas esta semana en este diario, pusieron la pelota contra el piso. Desnudaron nuestra realidad. El fútbol chileno, en todos sus ámbitos, transita por uno de sus momentos más complejos, a partir del amateurismo en su conducción, con una disociación total entre los intereses de los clubes y la conveniencia de la actividad. Como si hubiera estado preparado, Alexis Sánchez remata en la entrevista que dio a Gustavo Huerta Ardiles en “24 Horas”, con el acta de defunción de la “Generación Dorada”.
Se dijo hace rato, sobre todo después de la Copa América 2019, que clausuró el ciclo de buenos resultados que conocimos desde 2007. Faltaba una voz de los protagonistas, que, con un sentido amplio de pragmatismo, nos dijera dónde estamos. Ocurre justo antes del partido frente a Paraguay, que por los resultados que muestra Eduardo Berizzo en sus primeros siete aprontes, fue transformado por las redes sociales, algún sector de la prensa, pero ante todo por los mensajes que vienen de la dirigencia, en un examen definitorio sobre el futuro del cordobés. Si hubo un error que cometió el ayudante de Marcelo Bielsa en el ciclo rumbo a Sudáfrica 2010 fue aceptar dirigir los tres primeros duelos, en los que asumió un grupo de futbolistas que no convocó, pero ante la posibilidad de ganar horas de entrenamientos, tomó el riesgo.
Una de las tantas “herencias” que deja el ciclo de Francis Cagigao, cuyo excéntrico paso por las selecciones nacionales comienza a sentirse. Hoy Berizzo, al igual que Hernán Caputto en la Sub 17 y en su momento Patricio Ormazábal en la Sub 20, está solo. Con sus colaboradores, un par de funcionarios de confianza, comprometidos con los objetivos anhelados, pero sin ningún sostén estructural que los ampare. En el caso de la selección mayor, uno de los compromisos con el DT fue disponer de microciclos. Tal como sucedió en 2008 con Bielsa, es necesario tomar a los futbolistas con potencial para competir en la arena internacional y darles el entrenamiento de alto rendimiento que se requiere. Intensos, fuertes, a veces largos, como fue la receta que conocimos en su momento y disfrutamos todos, en especial los clubes, que vendieron jugadores como nunca y en fortunas.
Las promesas se las lleva el viento y al programar de viernes a lunes es imposible citar a los jugadores a “Pinto Durán”. Cuesta saber por qué nadie cede un milímetro, pero sería una ayuda para Colo Colo, e incluso Huachipato, que el partido pendiente entre “acereros” y albos se jugara el viernes 31 de marzo y no el sábado 1 de abril. El Cacique puede debutar el martes 4 de abril, incluso fuera de Chile, en su estreno en la Copa Libertadores. Un día de descanso siempre será bienvenido.
Pocas veces el fútbol chileno se jugó tanto en un amistoso. La salida del técnico obligaría a comenzar otro ciclo, con el innegable desgaste que eso significa, más la natural sangría económica. Lo que la Roja requiere es practicar, mecanizar y sumar nombres para el próximo año. La batería inicial de las eliminatorias se parece mucho a lo sucedido en 2007. Quedar con aire en los 12 puntos de 2023 para esperar el decisivo 2024 es un buen punto de partida, más aún si el cierre es con Brasil y Uruguay.