Chile vive en crisis. Solicito a ChatGPT que genere una lista de las principales del quinquenio y señala siete. Crisis social y política de 2019 (por crisis del modelo), sanitaria (pandemia), de pensiones (del sistema), migratoria (aumento significativo del flujo), ambiental (sequía, incendios, contaminación), derechos humanos (durante la crisis de 2019) y económica (por crisis social y política).
Le pido que agregue crisis de la cultura. Respuesta: de valores (debilitamiento de la confianza y otros), religiosa (Iglesia Católica), familiar (violencia intra), educacional (calidad y equidad), comunicaciones (polarización, noticias falsas).
Sin discutir las capacidades de GPT o sus fuentes, he aquí, efectivamente, un retrato de la atmósfera que respiramos. Un reflejo del sentido común que se forma y circula en la infraestructura conversacional, textual, discursiva de la sociedad.
Abra usted un diario, mire las imágenes de la TV, ingrese a las redes sociales, escuche el discurso de la esfera política: por todos lados, crisis; macro y micro, nacionales e internacionales. Con razón, el sociólogo alemán Ulrich Beck describió a estas sociedades como aquellas “donde los riesgos sociales, políticos, económicos e industriales tienden cada vez más a escapar de las instituciones de control y protección”.
Efectivamente, la sociedad medial, de comunicaciones y espectáculo, de un flujo continuo de información y datos, se ha convertido en una generadora y repetidora de crisis. GPT es la manifestación más reciente de este fenómeno. Ahora cada suceso puede convertirse en una crisis: los indultos, el autopréstamo, los campamentos, los funerales narcos, el precio de los alimentos, las isapres, el cambio de hora, las altas temperaturas, la gripe aviar, la deserción escolar, la fragmentación parlamentaria.
En estas condiciones se vuelve difícil respirar, convivir y gobernar. Reinan el temor y la impaciencia. Aparecen también, con más facilidad, respuestas radicales; ante grandes obstáculos, grandes saltos al vacío.
A su vez, la democracia —con sus dispositivos de análisis, interacción, ensayo y error, y disposición a acomodos incrementales— se aprecia aún más ineficiente de lo que suele ser. Por contraste, hace añorar soluciones autoritarias y populistas. De las crisis nacen imaginarios que terminan en pesadillas.
Todo esto debemos tener presente a la hora de exagerar las crisis, multiplicarlas, alimentar su circulación y otorgar su nombre a cualquier suceso, estructural o pasajero. Más bien, cabe interrogar su tan extendido uso y su aprovechamiento político. Y preguntarnos si acaso, en realidad, no estamos frente a una crisis de las crisis.