En otra demostración de lo mucho que les importa la salud del campeonato, la asociación y los clubes decidieron paralizar el torneo después de nueve fechas, una tregua que se prolongará hasta la tercera semana de abril.
¿Las razones del receso? Una de las jornadas se aplazó para priorizar a la selección chilena, en la que para variar los jugadores de la refriega interna son el arroz graneado del equipo que enfrentará a Paraguay, que para colmo de las rarezas juega un lunes a las 21:30 horas, recordando, una vez más, que los aficionados habitan en la zona más rezagada de la consideración directiva.
Será “el” partido de los dos que pudo disputar la Roja en la doble fecha FIFA de marzo. La pregunta cae de madura: ¿Por qué Chile no ocupó esas jornadas con otro amistoso? En ningún caso fue porque no necesite sumar encuentros para preparar su estreno en las eliminatorias y menos para privilegiar el aliquebrado campeonato nacional. La impresión es que Quilín dejó pasar la fecha únicamente por la improvisación que campea en la mayoría de las decisiones que adopta.
Otra razón fue favorecer la vieja y querida Copa Chile, que los dirigentes pretenden realzar con planes inútiles: el Consejo de Presidentes de enero pasado suspendió el campeonato durante este período, “porque así los medios de comunicación se verán forzados a brindar mayor atención y cobertura” a la copa de marras, explicó un dirigente del soberano de clubes.
Sin perjuicio de lo discutible del plan y de la peregrina idea de suponer que se puede dirigir la industria del entretenimiento como por decreto, la preocupación de la federación por la Copa Chile 2023 se podría traducir en que primero incentive o fuerce a los clubes —especialmente a los de mayor convocatoria— para que revaloricen un torneo que históricamente han mirado en menos, y también que el promotor actualice los datos en su sitio en Internet, porque la Copa Chile se está jugando hace semanas y hasta ayer la ANFP seguía sin informar los resultados en su página oficial.
También hubo equipos, los que en enero proyectaban jugar Libertadores y/o Sudamericana en estas fechas, que apoyaron la suspensión otoñal porque les permitía preparar con más tranquilidad y menor desgaste sus desafíos coperos. Falta saber si el descanso les ayudará a lavar la embetunada imagen del fútbol chileno en la contienda internacional, aunque la expertiz y la evidencia desaconsejan reducir el ritmo y la presión que genera la competencia.
Hablamos del desjerarquizado campeonato local, con niveles decrecientes de rendimiento, con sus equipos peleando en los últimos lugares del continente, con una notoria escasez de figuras y escuadras “reforzadas” con futbolistas de segunda y tercera línea o en edad de jubilación, con varias canchas en estado crítico, con arbitrajes deficientes y con la improvisación como motor de una actividad deprimida por sus pobres resultados deportivos, además.
¿Y la estación de TV que detenta los derechos de transmisión? ¿Le es indiferente que se interrumpan las batallas y sus clientes tengan que esperar un mes para resintonizar con el certamen?
Cuesta comprender la decisión de suspender por tanto tiempo y de paso continuar minando el mayor tesoro del torneo chileno: el genuino cariño que los hinchas sienten por él. Un aprovechamiento que no recuerda que hasta los cariños más fecundos se agotan cuando no se riegan y se explotan.
Los hinchas en el último lugar de las prioridades directivas. El fútbol chileno lleva años, décadas, ahuyentando a su gallina de los huevos de oro. Y no se cansa de desplumarla.
Felipe Vial
Coordinador de Deportes