La quiebra del Silicon Valley Bank (SVB) ha hecho temblar los mercados financieros, y el pánico causado por la masiva salida de depósitos llevó a las más altas autoridades financieras de Estados Unidos a intervenir activamente, abriendo líneas especiales de liquidez a los bancos en condiciones muy generosas y anunciando que los depósitos estaban totalmente asegurados.
Al igual que la inquietud planteada por la reina Isabel durante la crisis de 2009, cae de cajón preguntarse cómo nadie la vio venir. En los años previos a esa crisis, los bancos acumularon complejos instrumentos relacionados con el sector inmobiliario. Estos activos no solo eran supuestamente de alta calidad, sino que su sofisticación hacía muy difícil identificar qué exposición tenía cada banco. Cuando las condiciones en el mercado inmobiliario cambiaron, el valor de estos instrumentos cayó rápidamente, y la confusión se apoderó de los inversionistas al no poder identificar quién tenía la chiflota.
Hoy, el origen del problema es diferente, así como su tamaño y alcance. La caída en el valor de simples bonos en manos de los bancos ha sido gradual y previsible, como consecuencia de aumentos en tasas de interés que comenzaron hace más de un año. Por ello, no es que los activos de SVB hayan perdido valor de un minuto a otro, sino que el mercado no tenía toda la información. Cuando lo hizo, se produjo la corrida. Si los inversionistas hubiesen tenido información sobre el valor de las posiciones en bonos de manera regular, el cambio en el comportamiento del banco hubiese sido natural.
El financiamiento de proyectos de largo plazo con depósitos de corto plazo ha sido desde su origen la belleza y al mismo tiempo la fragilidad de la banca. Para que el sistema bancario funcione, se requiere una administración prudente, una regulación que ponga límite al llamado descalce de plazos, e información clara que alimente la disciplina de mercado. En este caso, fallaron todos. Mientras la administración del banco tomaba riesgos desmedidos, los reguladores miraban para el techo, y los inversionistas —que contaban con poca información— también. Como bien retrata el premio Nobel Paul Krugman, “si estás jugando con las cripto, no tienes idea cómo funciona el dinero”.
Las agresivas acciones de la Reserva Federal solucionan el problema de corto plazo, pero aumentan el riesgo de mediano plazo. Si los depósitos están totalmente asegurados, aun para grandes y sofisticados inversionistas, la disciplina de mercado se desvanece. Igual sucede cuando la respuesta a cada tropezón es un rescate, inyectando más dinero en condiciones muy generosas. Es posible calmar la enfermedad a punta de morfina, pero la tentación de hacerlo regularmente puede matar al paciente.