En 1956 Ludwig von Mises publicaría La mentalidad anticapitalista, una de sus obras más punzantes. La tesis central de Mises era que la subsistencia de las instituciones de mercado responsables del progreso de las grandes masas dependía, finalmente, de la disposición mental que cada cultura desarrolla hacia el capitalismo.
A pesar de toda la evidencia acumulada en más de medio siglo desde que Mises escribiera este breve tratado, se continúa cuestionando a este sistema como motor del florecimiento humano. En América Latina, el rechazo a la libertad de mercado se da en la forma del discurso “antineoliberal”, de la mano de populistas de izquierda, sectores conservadores social cristianos, nacionalistas y otros. Esto a pesar de que el índice de libertad económica publicado por el Instituto Fraser de Canadá (2022) muestra que los países con mayor libertad económica tienen un ingreso per cápita promedio de 48.251 dólares contra 6.542 dólares en aquellos con menor libertad económica. Y es que, a nuestros demagogos, intelectuales y políticos anticapitalistas, de derecha e izquierda, no les importa la realidad. Que el ingreso del 10% de ciudadanos de menores ingresos en los países más libres económicamente alcance 14.204 dólares, contra 1.736 dólares en el grupo menos capitalista, les resulta irrelevante. Tampoco los conmueve el hecho de que la mortalidad infantil sea de 4,8 por cada mil nacidos vivos en el grupo de alta libertad económica y de 36,9 en el grupo de baja libertad económica. O que las expectativas de vida alcancen 80,4 y 66 años en países más y menos capitalistas, respectivamente.
Los niveles de felicidad, de igualdad entre hombres y mujeres y de respeto por derechos civiles y políticos muestran ser también sustancialmente mayores en los países más cercanos a la filosofía liberal de Mises, pero eso tampoco lo consideran. Para ellos, el sufrimiento humano que producen con su anticapitalismo es parte del costo que otros deben pagar por sus proyectos de poder o la construcción de sus utopías igualitarias. Chile, en el puesto 33 del ranking capitalista 2022, es todavía uno de los más capitalistas de la región, pero ha caído diecinueve posiciones desde 2012 debido al avance del discurso y las políticas “antineoliberales”. Este proceso de infección social con ideología anticapitalista condujo a que, en octubre de 2019, se desatara una revolución semifallida que buscó la refundación autoritaria y socialista del país.
Venezuela es otro ejemplo dramático de los efectos de la mentalidad destructiva que analizara Mises. En el puesto 165, según el informe de Fraser, es el menos capitalista de la región y del mundo. Como consecuencia, el ingreso per cápita chileno es casi seis veces más alto que el venezolano y la pobreza en el país caribeño alcanza a más del 90% de los hogares. Ni Venezuela ni Chile se han encontrado siempre en la misma posición, desde luego. En 1975, poco después del experimento marxista y totalitario de la Unidad Popular, Chile ocupó el puesto 98 de un total de 106 países medidos por el mismo ranking, situándose a niveles de Bangladesh, Nigeria y Rwanda. El mismo año, Venezuela alcanzó el puesto 16 —el más alto de la región después de Costa Rica—, ubicándose en el vecindario de Austria, Dinamarca y Suecia. No es extraño que en esa época el ingreso per cápita venezolano haya sido el cuádruple del chileno. Diversos factores explican la inversión de posiciones entre Chile y Venezuela, pero, sin duda, uno decisivo son, nuevamente, las creencias que predominan en torno al sistema de libre empresa. En Venezuela este se vio progresivamente desprestigiado incluso antes de la llegada del chavismo hasta que, con la emergencia de Hugo Chávez, la libertad económica fue destruida por completo.
No está demás subrayar que los países que suelen admirarse por los latinoamericanos tienen usualmente los mayores índices de libertad económica en el mundo y una mentalidad mucho más procapitalista. El Global Index of Economic Mentality (GIEM) publicado por Atlas Network en Estados Unidos, que mide las actitudes mentales frente al mercado, confirma una correlación entre estas y el nivel de libertad económica imperante. Los países con mayor puntaje en este índice en 2021 son Nueva Zelandia, Suecia, República Checa, Estados Unidos y Dinamarca. Chile, por el contrario, ocupó el puesto número 64 entre 74 países analizados, lo que lo sitúa en el grupo de aquellos con la mentalidad más anticapitalista de la muestra. Este fuerte sesgo cultural en contra de valores de la economía libre explica parte de la debacle que experimenta la institucionalidad económica del que hasta hace poco era el país más exitoso de la región gracias a las reformas promercado que realizó en décadas anteriores. Así las cosas, el trabajo de Mises resulta esencial para formular un diagnóstico adecuado respecto a las causas últimas del fracaso de países como Chile. Ante todo nos enseña que, si queremos tener una opción de éxito, especialmente en beneficio de los más pobres, tendremos que hacer grandes esfuerzos por combatir la mentalidad anticapitalista de intelectuales, políticos y de las diversas figuras responsables de arrastrar nuestras sociedades a la miseria.