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Cartas
Sábado 18 de marzo de 2023
Jorge Edwards
Señor Director:
Conocí a Jorge Edwards desde mi infancia. Era el padre de mi mejor amigo y hermano de una gran profesora, Angélica Edwards, a quien le debo el amor por la pedagogía.
Me costó mucho entender su alejamiento crítico de la izquierda. Su libro “Persona non grata” lo metí en el mismo saco de los “conversos”, apóstatas o herejes, del que yo mismo formo parte ahora, desde hace un tiempo. Qué dogmáticos y simplistas éramos.
Me tocó presentar hace unas décadas uno de sus libros y me convertí en un lector tardío de su obra. Hoy sus novelas y memorias ocupan un lugar preferente en mi biblioteca.
La libertad que demostró Edwards para escribir “Persona non grata” en un tiempo de ominoso silencio de la intelectualidad latinoamericana sobre los horrores de la dictadura totalitaria en Cuba es, vista con el tiempo, admirable. El coraje intelectual escasea en nuestro medio. Se prefiere ser leal a la tribu a cruzar la peligrosa línea que nos aleja del espíritu de rebaño. Edwards lo hizo, y con talento literario, humor, claridad, en tiempos de confusión mental.
Por supuesto, ello tiene costos. Que lo diga Octavio Paz, el mayor escritor mexicano del siglo XX, que sufrió la incomprensión y una cierta forma de cancelación de su propio medio, por tener la honestidad de reconocer que se había equivocado por guardar silencio ante lo injustificable. Edwards también, de alguna manera, lo sufrió en estos lares. Eran muchos los que arriscaban la nariz, en nuestro mundillo literario, cuando se pronunciaba su nombre. Luego venía la correspondiente caricatura y el menosprecio.
¿Por qué Edwards decidió partir a Madrid poco antes de su muerte? Es significativo que no haya fallecido en su tierra. Alguien que escriba algún día su biografía tendrá que responder esa pregunta.
Es duro este medio cultural nuestro, hay demasiados comisarios dando vueltas, demasiados prejuicios, que impiden muchas veces conocer y leer a nuestros “disidentes” y críticos de la verdad oficial de la izquierda más radical, que se ha apoderado de la cultura. Una izquierda iluminada que se cree poseedora de una superioridad moral que no perdona a los disidentes que vienen de sus propias filas.
Edwards debe ser un ejemplo para todos los que aspiramos, al menos, a resistir con dignidad y libertad esta atmósfera inquisitorial que tan mal hace al desarrollo del pensamiento y la creatividad. Leamos, estudiemos a Edwards, que lo conozcan las nuevas generaciones: que no sea relegado al olvido y la cancelación uno de los más grandes memorialistas y narradores y espíritus libres de Chile.
Cristián Warnken Lihn