Los chilenos somos buenos para echarle la culpa al empedrado, como dice el viejo dicho, que se refiere a un cojo.
Cuántos partidos de fútbol importantes perdimos por culpa del pasto. Cómo olvidar el argumento de que el plebiscito del 4-S lo perdió la izquierda por culpa de las fake news. O las veces en que distintos gobiernos responsabilizaron al mundo mundial por nuestros problemas económicos.
Volvió a pasar esta semana, cuando el Gobierno perdió la votación en general de su proyecto de reforma tributaria. La primera reacción fue culpar a los diputados de la derecha y del centro, cuando lo cierto es que había suficientes votos en la izquierda para aprobarlo.
Pero la chiva más creativa de todas fue convertir a Sebastián Piñera en el chivo expiatorio, valga la redundancia. Yo no podía creer que dos mujeres inteligentes y serias como Carolina Tohá y Camila Vallejo intentaran instalar esa tesis ante el país.
¿Piñera, quien no fue capaz siendo presidente de alinear en la votación de los retiros de los fondos de pensiones a sus propios parlamentarios, era capaz ahora, en el gobierno de Boric de coordinar a toda la derecha? ¿Es creíble que algún diputado republicano le haga caso en algo a Piñera? ¿Habrá alguno que le conteste un WhatsApp? ¿Que le responda un emoticón, más que sea?
Piñera salió tan golpeado de La Moneda, en lo conceptual y en lo literal, que la ocurrencia comunicacional de las ministras ya no es echarle la culpa al empedrado, sino al apedreado. Curioso.
Pero qué creen. Ese mismo día jueves, al Presidente Boric le ocurrió algo no tan común en él. Tuvo un extraño lapsus. Cuando discurseaba en Iquique se quejó así: “(hay) pueblos que en el 2023 no tienen luz natural las 24 horas”.
Las redes sociales hicieron un festín con ese momento desafortunado. ¿A quién culparían en Palacio por ese gaffe? “No culpes a la noche”, le habría cantado Luis Miguel.
Es que la cosa es más simple. El rey del lapsus siempre fue el presidente Piñera. Tiene un catálogo desopilante, que es la delicia de los neurólogos, por los cruces de cables inesperados que ocurrían en su cerebro y que luego verbalizaba.
Boric no era así, tenía otras zonas erróneas.
Entonces pienso que fue mala idea invocar a Piñera en el desastre de la reforma tributaria. Fue como desenterrar a Tutankamón. Y ahora es como si parte de Piñera se hubiese encarnado en Boric. El lapsus es la primera señal. El desordenado cambio de gabinete del viernes fue otra más. Al actual mandatario se le pegó la maña piñerística de abortar ministros no natos el mismo día de la ceremonia.
Capaz que estemos en el inicio de lo que los libros de historia terminarán denominando como “La maldición de Piñera”.
Eso les pasa, ministras Tohá y Vallejo, por traerlo de vuelta al ruedo. Qué miedo, no sé cómo lo harán ahora para exorcizar a su jefe. ¡Si hasta nombró de ministro de Cultura a un exgerente de Piñera! Ahí no más lo dejo.