Hace unos días en estas páginas se revelaban las causas del éxito del equipo ecuatoriano Independiente del Valle (IDV), tras su triunfo en la final de la Recopa Sudamericana sobre el poderoso Flamengo de Brasil.
Ahí se explicaban las razones que han llevado a este equipo sin tradición ganadora en su país a conseguir logros internacionales en menos de una década: dos títulos de la Copa Sudamericana (2019 y 2022), la citada Recopa (2023) y la final de la Libertadores (2016) que perdió con Atlético Nacional de Medellín.
La ecuación del éxito parece simple: una gran inversión en las divisiones menores.
Sucede que IDV no ha construido su historia reciente en base a los que podría denominarse una loca e inorgánica carrera por conformar equipos de estrellas. No. En lugar de ir a competir en el mercado con los gigantes de Sudamérica por contratar cracks (lucha perdida de antemano frente a los brasileños y argentinos), lo que hacen los dueños del equipo de Salgolqui es cimentar su estructura formativa para ser capaces de producir sus propios figuras, y con un aditivo muy especial: que ellas respondan a cierto perfil futbolístico que sepa aprovechar la características físicas del jugador ecuatoriano.
No se trata solo de buenas ideas. Para ejecutar el proyecto, las inversiones —que son limitadas como en cualquier empresa— se supieron distribuir en tres áreas fundamentales: capacitación, infraestructura y captación (scouting).
En el primero de los factores, los ecuatorianos no se jugaron todas las cartas a un solo modelo, sino que a una conjunción de ellos. Porque si bien hubo una mirada profunda al proyecto de Barcelona de España, también existió investigación de otras experiencias de clubes hispanos e incluso de otras partes del mundo, como de Qatar, que culminó en una sociedad con la prestigiosa academia deportiva Spire.
Los propietarios también tuvieron la visión de importar entrenadores para su proyecto, como el DT español Miguel Ángel Ramírez, quien llegó a Eccuador precisamente desde Qatar.
Paralelamente, en el tema de la infraestructura, IDV tomó una decisión quizás poco popular, pero efectiva: en lugar de construir un estadio, levantó un centro deportivo de alto rendimiento para el trabajo de sus valores jóvenes, el que incluye, aparte de canchas y equipos multidisciplinarios permanentes, un colegio para que los que muchachos completen una formación integral.
Finalmente, en la detección de talentos se hizo un estudio que comprendió cinco zonas geográficas de Ecuador con mayor porcentaje de potenciales jugadores de élite. O sea, busca donde se presume que hay materia prima, no donde vamos a ver si hay.
Todo esto suena imposible de conseguir en un medio de carencias. Pero no. Se trata de la experiencia de un equipo de Ecuador. Un país que, futbolísticamente, hace 30 años no estaba ni siquiera en el radar y que ahora gana títulos continentales y va a los mundiales.
Sí pues. Sí se puede. Pero hay que trabajar, invertir, tener ambición, ganas de estar entre los mejores. Y no esperando que las generaciones surjan de la nada.