Bloomberg, el destacado portal de noticias económicas de Estados Unidos, ha declarado que Chile volvió a ser la niña bonita del barrio. Su medida de belleza es poco frecuente en las pasarelas, pero no en las pantallas del mercado financiero: la deuda chilena, después de varios años turbulentos, ha vuelto a transarse a la menor tasa de interés respecto de sus pares de la región.
Quizás la comparación más aguda y llamativa se da con Perú, país inmerso en sucesivas crisis políticas desde hace varios años. Hasta noviembre de 2019, tomar un seguro por no pago de la deuda chilena en el exterior era más barato que uno de la deuda peruana, y la diferencia equivalía a una menor tasa de interés entre 0,5% y 1%. Esa diferencia no solo desapareció con el estallido social, sino que se invirtió, y la diferencia a favor de Perú se hizo máxima la semana anterior al plebiscito de septiembre pasado. Desde entonces, la deuda chilena ha recuperado terreno relativo a la peruana, y a la de otros países de la región, volviendo a ser la preferida.
Estos números tienen de dulce y de agraz. De dulce, porque el plebiscito salvó al país de una grande. Reconociendo el esfuerzo fiscal del año pasado, la verdad es que la mejora en los indicadores ha sido a pesar del Gobierno, que se la jugó por completo por un resultado que nos hubiese llevado por un camino muy escarpado. En estos meses, el castigo idiosincrático que sufrieron los activos chilenos a partir del esfuerzo de refundación ha desaparecido casi por completo.
Pero esta mejora es relativa, y no nos ha llevado al lugar de antes. En la actualidad, la diferencia a la que se transa la deuda chilena con la peruana es mínima, y respecto de otros países de la región, las cifras tampoco son tan alentadoras. Mientras la deuda chilena es más riesgosa que hace cuatro años, la deuda brasileña —con todos sus problemas— obtiene hoy mejores condiciones que la observada entre 2015 y 2019. La peruana se transa en condiciones similares, y solo Colombia —además de los sospechosos de siempre— ha tenido un deterioro mayor, y sustantivo, en sus condiciones financieras. Cuando la comparación es con países desarrollados, las diferencias saltan a la vista: la deuda australiana hoy obtiene mejores condiciones que las que obtenía antes del covid, mientras lo opuesto pasa con la nuestra.
La belleza es relativa. Estos años no han pasado en vano, y sus dificultades han deteriorado nuestro encanto. Nos parecemos más a la región, y la distancia con los países con que usualmente nos gusta compararnos solo ha aumentado. Faltan muchos tratamientos y horas de gimnasio para volver a ser invitados a las galas del primer mundo.