Señor Director:

Cerrar los colegios durante la pandemia tuvo consecuencias graves en el aprendizaje de los niño/as del país. Un estudio publicado por la Universidad de los Andes en 2022 alertó sobre esta realidad: un 96% de los estudiantes de primero básico no conocen las letras del alfabeto. Sin ese conocimiento esencial, el futuro de esos estudiantes es incierto. Sin ajustes importantes en el trabajo del docente, no será posible evitar un daño permanente.

¿Cómo abordar este problema? Formando y entregando herramientas a los adultos que rodean a los niño/as en su entorno familiar y educativo. Este es un desafío importante para el Ministerio de Educación.

Afortunadamente, existe evidencia que indica que estrategias bien diseñadas impactan positivamente habilidades básicas. A modo de ejemplo, durante 2022 la Protectora de la Infancia implementó una innovadora intervención de lectura que apuntó a desarrollar habilidades de lenguaje y narrativas en los párvulos. Para esto, fue necesario capacitar a los equipos técnicos y prepararlos para remediar las brechas provocadas por la prolongada ausencia de una formación profesional.

Esta intervención fue evaluada por el Centro de Encuestas y Estudios Longitudinales de la Universidad Católica. A pesar de contar con una muestra pequeña, los resultados indicaron que los niños/as que participaron del programa experimentaron mejoras en dimensiones esenciales del desarrollo (respecto de un grupo de control). Este tipo de experiencias —financiadas, implementadas y evaluadas por privados— ofrecen una guía de acción al sector público.

Hoy sabemos que mantener los colegios cerrados durante meses tuvo consecuencias catastróficas. Extender la falta de innovación en educación, tratando de cerrar brechas con las mismas prácticas de siempre, sería un grave error. Los estudiantes del país no pueden hipotecar su futuro. La autoridad tiene la obligación de actuar.

María José Uauy
Directora Fundación Liguria