Escrito a cuatro manos por el abogado Cristóbal Jimeno y su esposa, la periodista Daniela Mohor, el libro “La Búsqueda” reconstruye el proceso que condujo a descubrir los restos de Claudio Jimeno, sociólogo apresado en La Moneda el 11 de septiembre de 1973 y asesinado días después en un recinto del Ejército en Peldehue.
No es un libro de denuncia, aunque la hay. Es más bien un texto de tipo forense, que describe cómo los familiares, y su hijo Cristóbal en particular, fueron acercándose a la verdad, y cómo esto fue transformando (o mejor: completando) la vida de cada uno de ellos. Posee la lógica implacable, minuciosa y sistemática del raciocinio jurídico, y a la vez el ritmo dramático, la pausa y la sencillez del buen periodismo. De hecho, sus diálogos, descripciones y reflexiones hacen que se lea como una novela.
El héroe es Claudio; ese hombre que dejó como lección que “ser fiel a los principios y valores que libremente eliges para guiar tu conducta es la forma de darle sentido a tu existencia”. La heroína es Isabel Chadwick, su joven esposa, quien inculcó a sus hijos “la determinación de no olvidar nunca lo que había pasado, de no dejar nunca de buscar la verdad, de no claudicar en su afán de conseguir justicia, pero sí de vivir de la mejor manera posible con su dolor”, sin dejarse atrapar por el odio, que a la larga termina “volviéndose contra quien lo cultiva”. Otra heroína es la jueza Amanda Valdovinos, “con su figura pequeña, delgada, seria”, quien a pesar de las amenazas, de la indiferencia culpable de la justicia y de su deteriorada salud, no se conformó con las explicaciones oficiales y siguió investigando hasta encontrar la verdad.
“El desaparecido se vuelve irreal, lo hacen desaparecer no para que muera, sino para que nunca haya existido. Es la eliminación total, definitiva, que busca impedir la trascendencia. Es una forma de evitar los lazos, de romperlos, de teñir cualquier recuerdo de una amargura eterna. El desaparecido no es solo un muerto. Es un muerto que no se va”. De ahí la importancia de hallar “la materialidad de sus huesos”, algo que la familia Jimeno, a diferencia de tantas otras, finalmente encontró triunfando sobre la perversión del olvido.
En el trasfondo está la conmovedora búsqueda del padre por un hijo; y en este viaje —señala este último— “he construido un vínculo con Claudio, profundo y serio, alejado de los clichés, consciente, como su decisión final de ir a La Moneda a una muerte que, ahora entiendo, era segura hacía meses”. También la búsqueda de la unidad de una familia que sufrió un golpe brutal, que trabajó para no dejarse arrastrar por el resentimiento, que se recompuso; que aprendió de su padre desaparecido “que solo vale la pena vivir la vida en forma digna, que hay cosas que no se transan y que estas requieren sacrificio y esfuerzo. Y una responsabilidad con nuestro país. No queremos que esto vuelva a pasar jamás. No queremos que le pase a nadie. Ni de izquierda ni de centro ni derecha. Y para eso no hay otra receta que saberlo todo y juzgarlo todo”.
El libro cuenta también nuestra búsqueda, como sociedad, de la verdad y justicia ante la violación a los derechos humanos. Ella está lejos de concluir. Cuando se ve que “por nuestras calles se pasean decenas de miles de víctimas de las más atroces torturas y los familiares de muertos y desaparecidos, sin que hayan tenido la justicia que se les debía”, sobrellevando “su dolor a solas”, mientras por las mismas calles “pasean quienes con el poder del Estado mataron, torturaron y vejaron salvajemente”, se concluye que el trauma aún perdura.
“La Búsqueda”, en suma, nos incumbe e interpela a todos, y en diversas dimensiones; especialmente en un año en que se cumple medio siglo del golpe militar.