Señor Director:

A propósito de la censura que “lectores sensibles” han impuesto a Roald Dahl y del excelente comentario al respecto de Lucía Santa Cruz: hace algún tiempo compré con mucho entusiasmo una nueva edición del libro “Fueguinos”, del antropólogo Martín Gusinde. En la primera página, la editorial chilena, cuyo nombre prefiero olvidar, advierte que ha hecho “enmiendas ortotipográficas”, por ejemplo reemplazando “hombre” por “ser humano” e “indio” por “indígena, a causa de su origen erróneo y colonialista”, además de evitar “toda alusión a lo salvaje y primitivo”.

Cambié la lectura a una edición resumida de “Sobre la ira”, de Séneca, donde una editorial española mutila a su antojo algunos textos del filósofo, por considerarlos sexistas, a la vez que afirma, como si fuese un gran pecado, que los escritores romanos “eran en su gran mayoría hombres que se dirigían a un público masculino”.

Naturalmente, ante la burda censura de ambos textos, cuyas editoriales tratan como a infantes a sus lectores, se me quitó todo el interés de seguir leyéndolos.

Einstein tenía razón: la estupidez humana es mayor que la infinitud del universo.

Dr. Héctor Opazo Sánchez
Abogado